8.6.05

Mostrando mi Verdadera Identidad

EXPERIENCIA de GABRIEL MAZZEI
Miembro de SGIV. 04-2005
¡Cuán difícil resulta describir los instantes de nuestra vida que conmueven hasta las fibras más escondidas de nuestro ser! Mi nombre es Gabriel Mazzei, tengo diez años de práctica Budista y es tanto lo que me ha ofrecido mi fe que sería muy extensa la descripción de todos los beneficios recibidos.

Conocí el Budismo de Nichiren Daishonin por medio de un amigo el año 1981, hace ya 24 años, pero esa fue apenas la siembra de la semilla en mi vida ya que comencé a practicar de manera constante el 1º de Junio del año 1994, mi momento tuvo que esperar casi 13 años. Fue mi esposa quien me hizo Shakubuku el día de su cumpleaños y desde entonces no he dejado de entonar la Ley.

¿Qué había sido mi vida? Tendría que definirla como un tren repleto de vicios y conductas equivocadas, no dudo en aseverar que mi tendencia de vida eran los cuatro mundos más bajos (Infierno, Hambre, Animalidad, Ira).

La felicidad que creía poseer se alimentaba de superficialidades e ilusiones, ¡Qué efímera resultaba mi alegría!, ¡Qué duros los momentos de tristeza que agobiaban mi vida que perdía su rumbo con cada segundo que pasaba! Comencé a fumar cigarrillos a la edad de 14 años, ¡Qué torcido el concepto de moralidad que tenía! El humo que despedían mis pulmones nublaban mi visión de futuro. ¡Qué débil se hacia mi vida en sus comienzos frente a lo que significaba respetar mi existencia! Me encontraba en franca rebeldía contra lo que había en mi entorno: el divorcio de mis padres, mis relaciones personales que no eran muchas y una soledad que me agobiaba. Cuando me gradúo de bachiller, consigo ir al exterior a realizar mis estudios de arquitectura. En ese país me dediqué, entre otras cosas, a reafirmar mis vicios y mis tendencias. Esta vez le tocó a las drogas y vaya que las conocí: tuve siete años de adicción, hipnotizado en un mundo que apenas me hacía notar mis responsabilidades.

Dejé las drogas gracias a un esfuerzo personal por mejorar mi futuro y un miedo inmenso a una sobredosis de cocaína, pero seguía fumando y bebiendo con regularidad, así fueron pasando los años, con los altibajos con los que me conectaba casi siempre, huyendo de mis responsabilidades y dándole la espalda a mi realidad.

En el año 94, cuando comienzo a practicar el Budismo de Nichiren Daishonin, mi vida comienza a cambiar. No obstante, mis vicios seguían atacando el aprecio por mi vida y sin darme cuenta, fui destruyendo lo poco de arterias que tenía mi corazón. La alimentación desbalanceada, plena de grasas y desordenada, el cigarrillo, el licor y una terquedad que torcía los mensajes que me enviaba mi entorno, fueron poco a poco obstruyendo el amor que tenía por mi mismo. Participaba activamente en las actividades de la SGIV, al tiempo que me nombraron encargado de Grupo y asistente de Distrito. A pesar de muchos cambios en mis hábitos y transformaciones de mis venenos, que bastante me hicieron sufrir, había aspectos de mi mismo que no quería ver. Aspectos en los que mi oscuridad fundamental tomaba ventaja frente a mi Budeidad. Mis tendencias me dirigían hacia una muerte segura y mi práctica me protegía de mi mismo.

Mis fuertes problemas de salud comenzaron a manifestarse hacia el año 2000. La cúspide de todo este proceso de causa y efecto fue en septiembre de 2003, cuando me dio un infarto estando a solas con mi hija en nuestro apartamento de San Antonio de los Altos, fue en ese instante cuando comprendí el verdadero valor que tenía mi vida y decidí vivir. “Una vida vale mas que todos los tesoros del universo”, dice Nichiren, y “un día de vida tiene más valor que cualquier posesión en la tierra”, ¡Cómo retumban aún esas palabras en mi corazón! ¡Quiero vivir!, pero ¿qué estaba haciendo para vivir, para mantenerme con vida? Francamente, no me estaba ayudando mucho, a pesar de ciertos cambios en mi actitud hacia las reglas que manejan la vida, algunos aspectos que sabes que has mejorado y te hacen sentir mejor contigo mismo, seguía fumando y bebiendo y aún no entendía las palabras de respeto que transmite nuestro mentor Daisaku Ikeda sobre la vida y la salud.

Acudí al médico para saber cómo me encontraba, el cardiólogo me mandó a hacer un sinnúmero de exámenes antes de tomar cualquier decisión. Hacia el mes de Octubre de 2003, me hacen un cateterismo, diagnosticándome una fuerte obstrucción en la arteria ilíaca inferior izquierda (95%) y varias obstrucciones en las coronarias, la derecha con dos obstrucciones del 70% y la izquierda con una obstrucción del 25% y otra del 40%. La conclusión del Doctor fue la de colocarme al menos dos stents (una especie de tubo con malla que abre las obstrucciones), uno en la ilíaca y otro en la coronaria derecha. Para ese entonces, comenzaba esa carrera entre la existencia y la no existencia, comenzó para mí el proceso para entender qué tenia en mi vena de practicante de Budismo y cómo entendía mi práctica, si estaba en lo correcto o mi equivocación me llevaba a la muerte; comprendí que el Budismo tiene una sola interpretación, que las palabras de Nichiren sólo poseen una dirección, el respeto a la dignidad de la vida, el aceptar nuestra Budeidad y estar convencido de la eternidad de nuestras existencias.

La empresa de Seguro a la que estoy afiliado me negó en ese momento, las intervenciones futuras, por clasificar mi enfermedad arterial como preexistente. Llegó a tal punto, que, estando en la sala de operaciones, afeitado y presto a ser intervenido, me pararon de la mesa de hemodinamia y me dijeron que me fuera para la casa. La lucha encabezada por mi fe y mi entonación de Daimoku, comprendiendo que tenía que cumplir con la misión de apoyar el crecimiento de la SGIV en el distrito donde era asistente, el han donde era responsable y mi futura lucha en los Altos Mirandinos, con el entendimiento de que mi vida es valiosa y es digna de respeto, todo ello fue motivo suficiente para que aprobaran la colocación de un stent en la ilíaca izquierda ya que si no se efectuaba esa intervención tenía un alto riesgo de perder la pierna a corto plazo. Fui a la clínica el día pautado y otra vez a punto de ser intervenido fui parado de la mesa de intervención porque al médico se le había olvidado pedir el stent correspondiente. No fue sino una semana después (el 11 de Noviembre) que me colocaron la pieza correspondiente en la arteria. ¡Qué bueno!, me dije a mi mismo, la práctica me protegió de perder una pierna y me dio aliento para seguir adelante. Pero.... ¡qué cosas!, la vida no es un juego, y yo seguía fumando y bebiendo. Aprendí a darle valor a mis esfuerzos, pero todavía no comprendía del todo lo que era respetar mi existencia, parecía que cierta parte de mi no quería vivir, habían aspectos a los que parecía temerle y no abría los ojos frente a ello.

Cuando hacía mis oraciones, tenía la convicción de seguir adelante, hasta que un día, esos en los que comienzas a analizarte frente al Gojonzon, me di cuenta de lo perdido que estaba. Oraba sin saber qué quería, oraba por un futuro mejor sin saber cómo sería mi vida en 5, 10, 15 ó 20 años. Había perdido la visión de mi futuro, sentí que había perdido mis sueños, ¡qué duro golpe me di!, ¡Cómo estrellé mi percepción de mi mismo!, ¡No sabía quién era ni qué quería! A pesar de justificarme, mi enfermedad me cegó y por un momento me dejé arrastrar. ¡Qué Karma!, me decía, me aferré al Gojonzon y decidí vivir...

Mi vida tenía una fuerte lucha, mi estado de Buda contra mis tendencias negativas, abrir los ojos o seguir ciego, asumir la responsabilidad de mi vida o terminar de destruirla, intentaba reafirmar que “el Gojonzon existe sólo en nuestra carne mortal de gente ordinaria que abraza el Sutra del Loto y entona Nam Myojo Rengue Kyo”.

A medida que pasaban los días mi salud se iba deteriorando, al punto de sufrir anginas de pecho (mal llamadas pre-infartos) casi a diario. De nuevo los exámenes y las pruebas: me hicieron un eco doppler con dobutamina en el que me diagnosticaron isquemia miocárdica y fallas en el ventrículo derecho. El médico decidió hacerme otro cateterismo y colocarme entre dos y tres stents. Otra vez comenzaba una lucha aparentemente económica contra las limitaciones que nos ponía, entre otros, la empresa de seguros, ya que sólo aprobaba la colocación de un stent, costando cada uno entre tres y cuatro mil dólares. Mientras pasaban los días mi salud se deterioraba debido a las obstrucciones coronarias que tenía, y aunque ustedes no lo crean, yo todavía fumaba y bebía y ya lo hacía a espaldas de mi esposa, a sabiendas del daño que me estaba haciendo. Las mentiritas “blancas” que uno cree no le hacen daño a nadie.

Cuando mi futuro comenzó a vislumbrarse, las llaves del corazón abrieron las puertas de mi vida. Cuando desperté a mi misión, mi contacto con el mundo exterior tuvo sus frutos: el seguro aprobó un stent, la empresa que suple los stent a las clínicas y hospitales me donó el segundo, y el tercero lo conseguí gracias a una gran amiga (ex esposa de mi Papá), quien me regaló 2500 dólares, y mi esposa que disponía del dinero faltante para completar la adquisición de ese tercer stent. Todo parecía bien encaminado a intervenirme el 28 de Febrero de este año.

Me sentí muy animado por el gran apoyo de mi esposa, de mi familia, amigos y por supuesto, los miembros de la SGIV y mis responsables, así que me tracé la meta de que el 23 de Febrero tendría definido lo que tenía que hacerse. El 22 me dieron dos fuertes anginas de pecho, fui hospitalizado el 23, entrando por emergencia, haciéndose el cateterismo ese mismo día, tal como lo había decidido, definí mi vida ese día. No me pudieron colocar los stents debido a un aumento bastante fuerte de las obstrucciones que antes tenía. Lo cierto es que descubrieron que la coronaria derecha estaba amputada (100% obstruida), la coronaria izquierda estaba tan deteriorada que tenía todos los ramales con obstrucciones superiores al 50%, el tronco de las coronarias igualmente se encontraba obstruido. El médico no podía creer lo que veía, se preguntaba cómo seguía con vida y justamente en ese milagro que es vivir surgieron dos ramales de la coronaria que estaba totalmente obstruida (la derecha). La solución entonces era colocar unos Bypass y la operación tendría que esperar una semana debido a que estaba tomando un anticoagulante. Teníamos, entonces, la disyuntiva entre el irme a casa o quedarme hospitalizado, pero por lo delicado de mi salud y por lo inestable que me encontraba, tuve que quedarme esa semana de espera, hospitalizado. Fui visitado por mis compañeros de fe, ¡Qué hermosa es nuestra Organización!, ¡Cómo el apoyo de todos mi compañeros de fe lo sentía correr por mis venas!, ¡Qué sensación tan bella es saber que cuentas con todos los amigos del mundo! Un verdadero ejército de Bodisatvas de la Tierra que te abrigan y protegen, ¡qué orgulloso me siento de la Soka Gakkai y qué compromiso tan grande me puso la vida!, ¡No me permitiría quedarle mal a ninguno de los miembros de mi Organización!, ¡No haría sufrir mas a los que amo!, ¡Tenía que vencer sobre mi mismo, sobre mis temores!, ¡Tenía que triunfar para demostrar mi amor por las personas que dependen de mi y de mis luchas (mis hijos, mi esposa, mis padres, mis amigos, tanta gente...)! Esta vez la decisión de vivir iba acompañada de la firme determinación de no fumar y de no beber, como lo he hecho desde entonces, y con la convicción de luchar por cumplir con mi misión de vida, luchar junto a Ikeda Sensei por alcanzar los objetivos de Kosen Rufu.

Mi esposa me alentaba constantemente, me daba fuerzas para seguir adelante. Imagino su lucha y mi corazón se infla de orgullo al saber que la tengo a mi lado, luchando codo a codo junto a mí.

El jueves 3 de marzo salí de la operación. Me colocaron un bypass, sustituyendo la coronaria izquierda casi en su totalidad desde el tronco, por la arteria mamaria izquierda. La arteria coronaria derecha no se sustituyó por ninguna otra, ya que su obstrucción venía desde el tronco. Comenzaba una vez más otra batalla: ahora contra el dolor, contra la desesperación y la impotencia. Las primeras 16 horas post operatorias fueron muy duras, de hecho hice 14 horas consecutivas de Daimoku para no enloquecer. A mi lado en la Unidad de Cuidados Intensivos, tenía a dos personas que fueron operadas del corazón al igual que a mi, recuerdo el sufrimiento de esos dos seres humanos y su desesperación, en mi Daimoku los incluí y en mi dolor los comprendía.
Poco a poco fui dando síntomas de mejoría a tal punto que el domingo me querían dar de alta, yo solicité quedarme hasta el martes cosa que aceptaron, el asombro del personal de la clínica era inmenso frente a mi actitud y mi mejoría.

Nuestra Misión, he ahí el sentido de nuestras vidas, es ahí donde mi existencia en este mundo comenzó de nuevo, en descubrir mi Misión, convencerme de ella y tener el coraje de luchar por alcanzarla y hacerla parte de mi. Ahora comienza una nueva etapa, una lucha que casi termina con mi vida hace que me determine a conseguir mi futuro con mis luchas del presente, asumir mi responsabilidad como miembro de la Soka Gakkai luchando codo a codo con Ikeda Sensei, responsabilizarme por mis seres queridos y todos los miembros de la organización, culminar el libro que escribo desde hace 12 años, organizar el grupo de traducciones de la SGIV, apoyar para la creación de la Biblioteca de la SGIV, apoyar a mis encargados y miembros de la División de Caballeros y Grupo Alborada, hacer que nuestro país sea la tierra del Buda. Si continúo irán a decir que lo quiero hacer todo a la vez, no se equivocan… Cuando creí que no había nada… encontré al final de ese túnel, que representa mi actual existencia, una luz que reafirmó mi fe, que hizo que viviera de nuevo.

Hoy, una vez más, la SGIV me ofrece otra oportunidad, ofreciéndome una hermosa responsabilidad en los Altos Mirandinos, aprovecharé al máximo esta oportunidad, definitivamente. ¡Gracias Gojonzon!, ¡Gracias a mi esposa!, ¡A todos y absolutamente todos los miembros de la Organización!, ¡A mi familia y amigos! El agradecimiento que siente mi corazón tendrá sus frutos en la medida en que todos comprendamos la importancia de nuestras vidas y el valor que le damos a ellas. Mi deuda con el Universo es inmensa y mi lucha será saldarla... una vez más:
¡¡¡Gracias!!!