5.2.05

Experiencia de Lai Tek Kim – Selangor

Enviada por Ricardo Del Rio
Traducida amablemente por Elizabeth Ryske (SGI Argentina)

Soy el menor de una familia de doce hermanos. Cuando era niño, mi comportamiento era terrible. Mis amigos y yo solíamos robar cosas de los supermercados y actuábamos como truhanes en la escuela. No es necesario decir que difícilmente prestaba atención a los estudios. A pesar de ser un niño “difícil”, siempre amé y respeté mucho a mis padres, especialmente a mi madre, que siempre estuvo atenta a cada cosa relacionada con sus doce hijos. Podía sentir el amor que ella me brindaba en todo momento.


Tal vez haya sido por este amor que cambié para mejor. Aún recuerdo vívidamente aquel fatídico Día de los Padres cuando estaba en el segundo año. Mis padres y yo fuimos a la escuela para encontrarnos con mi maestra, quien le dijo a mi madre que ella era responsable por mi mala conducta y los pobres resultados en mi aprendizaje. Después de escuchar aquello, en apenas un instante volé de cólera. No estaba enojado con la maestra sino conmigo mismo, por causarle semejante disgusto a mi madre. Sintiendo remordimiento, determiné mejorar en el estudio, especialmente porque se aproximaba el examen de nivel tres Sijil Rendah Pelajaran (SRP).

Sabía que no sería fácil. Había fracasado en todos los temas escolares y creo que incluso mis maestros habían perdido las esperanzas respecto a mí. Ni siquiera podía deletrear correctamente muchas palabras. Me sentía descorazonado! En ese momento de desesperación, la cuarta de mis hermanas mayores me alentó a invocar Nam-Myoho-Renge-Kyo. Mis dos hermanos mayores (varón y mujer) habían entrado en la fe unos pocos años antes. Yo tenía mis dudas respecto al poder del Gohonzon pero aún así cantaba daimoku 30 minutos cada día, en el viaje, mientras iba y venía de la escuela.

En una ocasión, asistí a una reunión de la SGM y escuché a alguien que decía: “Todas las oraciones son respondidas. Aquellos que hacen realmente un gran esfuerzo definitivamente triunfarán”. Comencé a realizar el máximo esfuerzo que me era posible y oré seriamente para obtener la sabiduría que me permitiera mejorar en los estudios. Por primera vez en la vida comencé a comprender los temas que estudiaba. Tuve también la buena fortuna de que mi cuñado, maestro de Bahasa Malaysia, me enseñó y me ayudó a mejorar notablemente. Logré tres distinciones en examen SRP! Y desde entonces, en cuanto a lo que concierne a los estudios, nunca he vuelto a retroceder.


Después de obtener el nivel 6 de mis exámenes (STPM), me ofrecieron un lugar en una universidad local pero decliné el ofrecimiento pues no quería seguir siendo una carga financiera para mis padres, y además ya no quedaba nadie en casa que pudiera cuidar de ellos que ya tenían una edad avanzada. Opté por tomar un curso profesional de medio tiempo que me permitiera financiar mis estudios, y ardía en la determinación de completarlos en el menor tiempo posible.


La fuerza de mi fe fue puesta a prueba durante el semestre final de mi curso en Marzo de 1996, justo tres meses antes de los exámenes. A mi hermano mayor le diagnosticaron una hepatitis B crónica, y los doctores dijeron que no esperaban que pudiese vivir más allá de otros seis meses. Me entristecí profundamente ante estas noticias. En un intento por rescatar a la empresa de mi hermano mayor del cierre, mi familia sugirió que fuese yo quien me hiciera cargo del negocio en aquellos momentos. La compañía era, después de todo, su sangre, sudor y lágrimas, y no era posible considerar el cierre de la misma como una opción, pero las noticias no podían ser peores en cuanto al deterioro de la salud de mi hermano, y sin dudar demasiado decidí aceptar hacerme cargo de la compañía en Junio de 1996.

Una vez allí, comprobé que mi hermano tenía dos empresas, y que la principal de ellas no estaba en un buen estado financiero. El gasto mensual de ciertas maquinarias superaba los veinte mil ringgit (unidad de moneda). Le debíamos a nuestros clientes, bancos y proveedores poco más de 100.000 ringgit. La compañía subsidiaria no estaba mucho mejor .Mi hermano había adquirido algunas maquinarias pero estaban en desuso y no teníamos a nadie que las operase, y ocasionaban una pérdida mensual de más de 10,000 ringgit. Una de mis hermanas, contadora, analizó la difícil situación y era evidente que las compañías no podrían sobrevivir. Pero a pesar de los obstáculos, determiné salvar las empresas para que fueran el sustento que pagara los gastos médicos de mi hermano. Dos de mis hermanos mayores y también una de mis hermanas trabajaban en la compañía. Debíamos salir adelante sin importar cómo!

El primer problema a enfrentar entonces, fue lograr que las máquinas computarizadas funcionaran nuevamente. Siendo un graduado en negocios, mi experiencia en cuanto a las máquinas era cero, y se agregaba a mi frustración el hecho de que no fui capaz de obtener mucha ayuda de los asistentes técnicos. Me vi forzado a estudiar el manual renglón por renglón y testear las máquinas por mí mismo a través del método de prueba y error. Permanecía hasta la medianoche para encontrar el procedimiento correcto. Continuaba orando diligentemente al Gohonzon. Luego de un mes, finalmente tuve éxito y logré operar las máquinas! Al mismo tiempo, tuve dificultades para lograr la colaboración de parte del personal. Siendo un recién llegado e inexperto, algunos me veían como un extraño y pensaban que reemplazaría sólo temporalmente a mi hermano. Pero él nunca podría regresar a la empresa.

En Septiembre de 1996, apenas tres meses después de que me hiciera cargo de la compañía, mi hermanó falleció. Quedé extremadamente angustiado. En el mismo mes me enteré que por primera vez desde aquella en mi examen de nivel tres, había fracasado en mis exámenes.

Antes de morir, mi hermano me había confiado la mayor parte de las acciones en la compañía. A los 24 años, me convertí el director de Managing y heredé una deuda de aproximadamente un millón de ringgit! En su lecho de muerte, había prometido a mi hermano que cuidaría de mis padres y que reviviría la empresa. Me puse el plazo de 1 año y medio para reflotar la empresa. Tenía que tomar sabias decisiones de negocios para que la compañía resurgiera y pasé muchas noches sin dormir pensando de dónde sacaría el dinero para pagar a mis empleados. Hubo veces en que realmente pensé abandonar todo. Afortunadamente, esta situación encontraba el modo de ser resuelta cada vez, y sentía que era debido a la Ley Mística. Mi persistencia hizo que al cabo de un año la compañía comenzara a mostrar señales de una mejoría en los negocios y en el aspecto financiero.

Justo cuando las cosas lucían mucho mejor, nuestro país sufrió una crisis económica hacia finales de 1997, que afectó fuertemente a nuestra empresa y nos ocasionó pérdidas de un 40%, por lo cual nuevamente nos vimos en problemas financieros, fracasé otra vez en un examen, y si no estaba preparado para noticias chocantes como estas, se sumó a ello que los doctores me dijeron que mi madre estaba muriendo, padecía de un cáncer terminal. Fue quizás el momento de prueba emocional más grande de mi vida.
En lo profundo de mi corazón, sabía que enfrentaba el mayor desafío para mi fe. Hice un voto de triunfo. Aprendí de los líderes mayores que yo, que uno debe trabajar generosamente por el kosen-rufu para pagar una deuda de gratitud.

Mi determinación se vio alentada por la actual prueba que veía en mi madre, que no parecía estar como alguien que padeciera cáncer. Por su abundante daimoku, se la veía fuerte y llena de fuerza vital. Su estado me hizo comprobar la importancia de la buena fortuna.

A pesar de mis muchas ocupaciones, comencé a dedicar más tiempo a las actividades de la SGM. Me uní a los Gajokai, un grupo de la División Juvenil Masculina a cargo de la seguridad en nuestros centros. Estaba convencido de que a través de mi práctica sincera y mi dedicación a las actividades por el kosen-rufu, sería capaz de transformar mi situación adversa en una nueva oportunidad, así como el invierno se convierte en primavera. También recibí el aliento de mis responsables en la SGM para participar en un esquema de gráficos humanos durante la ceremonia de apertura de los Juegos de la Commonwealth. Fue un gran desafío, pero yo había determinado dar lo mejor de mí y vencer!
Me propuse ir cada vez más adelante y estaba bajo una gran presión, en una ocasión estuve cerca de colapsar por dificultades respiratorias mientras conducía en la autopista. El consecuente chequeo médico reveló que sufría de un agrandamiento del corazón debido al cansancio excesivo, pero yo perseveré en mis esfuerzos.

Aunque estaba muy cansado después de cada ensayo del esquema gimnástico para los Juegos, iba a ver a mi madre al hospital y ella estaba muy entusiasmada con mi participación en un evento de tal importancia. Y para mi satisfacción, mis esfuerzos en el estudio también mostraban sus frutos ya que finalmente aprobé los exámenes. Mi madre estaba muy feliz por mí y me prometió asistir a la ceremonia de graduación. Desafortunadamente, no tuvo la chance de esperar hasta ese día.

Una semana antes de la presentación del esquema, mi madre entró en coma. Falleció el 10 de Septiembre de 1998, el día anterior a la presentación. Mis hermanos y hermanas me dejaron decidir si quería participar del evento. Mi cuarta hermana mayor me alentó diciendo “mamá siempre estuvo cantando daimoku para estar mejor y poder ver la presentación”. Aún la mañana del evento yo permanecía indeciso, pensé acerca de las palabras de mi hermana y del último deseo de mi madre, y finalmente decidí participar. Dedicaría esta actuación a la memoria de mi madre. La presentación fue un enorme éxito no sólo para la organización de la SGM sino para cada uno de los que tomamos parte en ella. Fue el epítome de mi triunfo personal para emerger victorioso de las dificultades.

Desde entonces, mi compañía se ha ido recobrando lentamente de la caída durante la crisis económica. Mirando hacia atrás, siento una profunda gratitud al Gohonzon que me ayudó a reunir el coraje para superar cada obstáculo. Lo más importante es recordar siempre la importancia de pagar la deuda de gratitud, este ha sido siempre mi credo.

Extraño mucho a mi madre, pero en lo profundo de mi corazón orgullosamente proclamo: “Mamá, por favor no te preocupes, seré fuerte, venceré!”

(Cosmic, Febrero 2002)

2.2.05

Experiencia de Yong Ah Heng – Kuala Lumpur (Malasia)

Enviada por Ricardo Del Rio
Traducida gentilmente por Elizabeth Rysk (SGI Argentina)

Mi padre murió cuando yo tenía seis años. Crecí en la pobreza y en difíciles circunstancias. Nunca había conocido el significado de la palabra “felicidad”.
A los 15 años comencé a trabajar. Debido a la pobreza que había experimentado, determiné llegar a ser rico cuando comenzara a trabajar. Consecuentemente, me esforcé duramente y a los 4 años de ardua labor había logrado ahorrar el dinero suficiente para empezar con una pequeña fábrica de ropa junto a un amigo.
Desafortunadamente, debido a nuestra inexperiencia, nuestra empresa quedó fuera del negocio poco tiempo después. De hecho, por mi falta de competencia en la materia, continué fracasando seis veces más en el negocio de la moda.

Extrañamente, a pesar de tan numerosos fracasos, nunca pensé en darme por vencido. Impávido ante la quiebras, nuevamente me embarqué en un nuevo emprendimiento con un amigo para realizar un suministro de indumentaria. Increíblemente, volví a fracasar! Y esta vez quedé con una deuda de RM 700,000.

Para empeorar la situación, también estaba atravesando problemas en mi vida conyugal. Mi ex esposa, que ya no podía tolerar más mi promiscuo comportamiento, me abandonó llevándose consigo a mi hija mayor y dejándome a los dos niños más pequeños. Yo sólo tenía 30 años entonces pero ya había experimentado amargos fracasos tanto en los negocios como en el matrimonio.
La gente a mi alrededor me despreciaba, y yo me sentía rechazado e inferior cuando estaba con mis amigos. Mi vida era un infierno.

UNA NUEVA DIRECCIÓN EN LA VIDA

1991 fue el punto de inflexión en mi vida. Fue el año en el que conocí a mi actual esposa, Lily Phang, quien también trabajaba en el negocio de la moda. Para entonces yo no tenía un empleo seguro y me sentía de lo peor. Lily fue siempre una persona muy comprensiva. No solamente no me criticó sino que aceptó mi despreciable pasado. En poco tiempo, yo había encontrado nuevamente el encanto de la vida conyugal.
Lily es miembro de la SGM. Después de casarnos, empezó a hablarme del Budismo de Nichiren Daishonin en un intento por convertirme a la práctica. También me alentó a colaborar con ella en su boutique. Admito que entonces yo tenía una actitud chauvinista y no quería ser visto como un hombre sometido a los deseos de su mujer. Sentía que si la escuchaba y accedía a ingresar en la fe, esto sería muy humillante para mí.

Continué soñando despierto, pensando siempre cuál era el modo más rápido de hacerme rico. Perdí completamente la capacidad de razonar y me volví muy supersticioso. Durante mis ensueños en los disparates llegué a querer viajar a Tailandia para orar ante una deidad de la que se decía era muy “poderosa”. En esa época colgaban de mi cuello 12 amuletos y llevaba 10 talismanes en los bolsillos. Rezaba ante las piedras y a pesar de cuán “sincero” parecía ser, no recibí la ansiada protección de las así llamadas “deidades”. Mi vida se tornó miserable. Empecé a beber a diario, para huir de la realidad. A veces, cuando regresaba ebrio a casa, le gritaba a mi familia y hasta llegué a golpear a mis hijos, causándole una indecible pena y sufrimiento a mi familia.

Fui extremadamente afortunado porque mi esposa era una firme creyente en el Budismo de Nichiren Daishonin. Ella aceptó todos estos sucesos como una manifestación de su mal karma y resolvió ser constante en su práctica. Ella creía firmemente que algún día yo cambiaría. Cada vez que se le presentaba la oportunidad, me alentaba y gentilmente intentaba despertarme al Budismo del Daishonin y la SGM.
Lily cantaba daimoku cada día, esperando que yo “despertara” de mi errónea manera de vivir y mirase hacia delante, hacia el día en que fuera capaz de marchar junto a ella en el camino del kosen-rufu.
La sinceridad de una persona nunca falla al tocar la vida de otros. Aún así, yo le puse a mi esposa una ridícula condición. Le dije: “Si eres capaz de comprar una Pajero con tracción en las cuatro ruedas con el esfuerzo de tu invocación, te seguiré en la práctica de la fe.”

A pesar de que estábamos enfrentando dificultades financieras, mi esposa se esforzó duramente para probar el poder del Gohonzon. El 13 de febrero de 1995, convirtió lo imposible en posible y compró el vehículo con tracción en las cuatro ruedas .La noche siguiente Lily y yo tuvimos una larga discusión. En un tono firme, ella me dijo: “Fuera del Gohonzon y de la SGM, nada más en el mundo puede hacer que cambies y salvarte!”.

Ella me hizo un simple pedido: “Sólo canta daimoku tres veces, una vez por la mañana y otra por la noche”. También me dijo que ninguna oración queda sin respuesta y que yo prosperaría definitivamente. Siempre recuerdo aquellas palabras de mi esposa, y me pregunté a mí mismo: “¿quiero continuar con esta vida sin sentido?”. Después de contemplar el hecho, finalmente tomé la decisión de arrodillarme frente al Gohonzon y canté Nam-Myoho-Renge-Kyo! Fue el 14 de febrero de 1995 un día que jamás olvidaré por el resto de mi vida.

ACUMULANDO UNA GRAN BUENA FORTUNA

A medida que transcurría el tiempo, incrementé gradualmente mi invocación de daimoku. Recordé todas las calumnias cometidas en el pasado y oré para erradicar mi retribución kármica. Decidí frente al Gohonzon elevar mi estado de vida, manifestar sabiduría y fuerza vital desde las profundidades de mi vida. Determiné también practicar de corazón para lograr mi revolución humana y alejarme de las malas influencias y construir una familia armoniosa.

Después de errar sin propósito durante 3 años, finalmente regresé al negocio de modas de mi esposa para comenzar nuevamente y al mismo tiempo me dediqué activamente a las actividades de Gakkai, uniéndome a los grupos Jardineros, Puro Corazón y Gran Muralla. Respondí a cada llamada de asistencia de la organización sin dudar y sin esperar nada a cambio. Esta seria determinación contribuyó a la acumulación de gran buena fortuna en mi vida.
El Daimoku del Sutra del Loto dice: “Myo significa revivir, es el retorno a la vida” (WND, pág. 149). Sentí que le había dado un nuevo sentido a mi vida. A través de mi práctica diligente y sincera, pude resolver los problemas de trabajo enfrentándolos uno por uno, incluso tuve la capacidad para pagar mis deudas. Después de haber sido testigos de tantos inmensos cambios en mi vida, los miembros de mi familia ingresaron en la fe uno tras otro, incluyendo a mi madre, de 72 años, mi hermano mayor, el menor, tías, sobrinas y sobrinos, y mis tres hijos. Nuestra casa está siempre llena del sonoro canto del daimoku, del sonido de la alegría y las risas.
El Sr. Toda, segundo Presidente de la Soka Gakkai, dijo una vez que: “el shakubuku es el mayor acto de compasión, es el acto que puede acumular una buena fortuna sin fin y es el camino más rápido para transformar el mal karma”. Asiduamente hago shakubukus y les hablo de la grandeza del Budismo a las personas que me rodean. Incluso cuando viajo al exterior por motivos laborales, no dejo de pensar en hacer shakubukus, y entre ellos se cuentan dos de mis antiguos acreedores.
Antes de entrar en al fe, solía visitar a representantes extranjeros de negocios en clubes nocturnos y karaokes, y ahora los insto a participar de las actividades de la SGM. Antes cantábamos espeluznantes o siniestras canciones y nos enredábamos en conversaciones vacías y sin sentido, ahora cantamos daimoku, relatamos y compartimos las experiencias en la fe.

Aunque hace sólo 5 años que practico, ha habido un tremendo cambio en mi vida. He logrado pagar todas mis deudas, mi negocio de provisión de indumentaria de otros países del sudeste asiático, se ha expandido por todo el país. He logrado tener una familia armoniosa en la que cada uno de sus miembros está avanzando alegremente hacia el objetivo común del gran sendero del kosen-rufu.
A los 39 años, me siento lleno de esperanza y renovada fe para el futuro. Con una fuerte determinación y sentido de gratitud al Gohonzon, decidí comprometerme más activamente en el movimiento del kosen-rufu. Deseo llegar a todas aquellas personas desafortunadas para ayudarles a construir una vida significativa y valiosa.

(Cosmic, Noviembre de 2001)

30.1.05

Nunca ceder

Experiencia de Jun Ortiz, Filipinas y Japón
Tomada de SGI Website

Jun Ortiz nació en las Filipinas, en 1950. Como músico, comenzó a viajar al Japón para trabajar a finales de los setentas. En 1979, conoció a Yoshiko, con quien se casó en 1981.
Jun encontró el Budismo de Nichiren a través de un japonés que se sentó junto a él en el avión durante un viaje de regreso a las Filipinas. Visitando a este hombre, un amigo residente de Manila, Jun leyó muchos libros acerca del Budismo y de la filosofía de la Soka Gakkai. Lo que más particularmente le impactó fue la idea de la causalidad –el principio budista que dice que nosotros creamos las causas y somos fundamentalmente responsables de los efectos que experimentamos en nuestras vidas. Se sintió igualmente atraído por la idea de que la vida es eterna y que el drama de nuestra vida se representa a lo largo de una continuidad que trasciende la existencia actual.
Retornando al Japón, le pidió a Yoshiko que lo llevara a un centro de la Soka Gakkai en Tokio, del que le habían hablado en las Filipinas. La impresión de Yoshiko respecto a la Soka Gakkai, no era positiva. Ella quedó sorprendida por la solicitud y vaciló para cumplirla. Pero él insistió diciéndole que era importante por lo menos conocer la naturaleza de la práctica y de la organización antes de hacer cualquier juicio. Si no les gustaba, razonó él, siempre podían marcharse. En 1980, Jun y Yoshiko ingresaron a la Soka Gakkai y comenzaron a practicar el Budismo.

Oposición
Los padres de Yoshiko se opusieron a la idea de que se casara con un filipino y no veían favorablemente la fe budista de la joven pareja. Su primera meta fue, por lo tanto, convencer a los padres de ella para que aceptaran tanto su matrimonio como su práctica.
Al mismo tiempo, Jun estaba luchando para ajustarse a la vida en el Japón. Se encontraba batallando contra formas de discriminación sutiles y no sutiles y para encontrar un trabajo estable. El significado de la advertencia de los padres de Yoshiko de que el amor solo no ponía la comida en la mesa, se hacía cada vez más aparente. La pareja utilizaba su práctica budista para encontrar fuerza interior para enfrentar estos desafíos y, después de un año, pudieron convencer a los padres de Yoshiko para que aceptaran a Jun. Ellos se casaron en 1981 y pronto tuvieron tres hijas.
Yoshiko encontró trabajo como contadora, y Jun enseñaba inglés desde su casa. Él fue presentado a una agencia de talentos y pronto estaba actuando en la televisión y películas japonesas.

Alentar a la gente estaba en la naturaleza de Jun, y se convirtió en el pilar de la comunidad filipina en la región occidental de Tokio. Si se encontraba a un amigo filipino mientras estaba de compras, se presentaba y le daba el número de teléfono de su casa. La casa de los Ortiz se convirtió en un lugar de reunión para los expatriados filipinos. En la Soka Gakkai, él encontró un lugar donde era aceptado como persona, donde la distinción entre japoneses y no japoneses ya no era importante.
En 1995, Jun comenzó a experimentar mareos y períodos de desmayos. Le prestó poca atención a esto, pero se caía en el trabajo, y llegaba a casa con diversas heridas. Finalmente, se cayó de las escaleras de su casa. Y en un examen médico realizado a profundidad, finalmente resultó en el diagnóstico de una enfermedad neurológica degenerativa. De origen desconocido y considerada intratable, esta enfermedad conduce a la pérdida progresiva del control motor, el envejecimiento prematuro y la muerte. Informado de que terminaría perdiendo la capacidad para caminar y que estaría confinado a una cama, Jun y su familia utilizaron su práctica budista para confrontar sus temores y ansiedades.
Él continuó asistiendo a las reuniones budistas, sosteniéndose de los pasamanos para sortear las escaleras. Muy pronto, sin embargo, cualquier escalera se convirtió en una imposibilidad, y ya no pudo ir a trabajar. Comenzó a permanecer en casa, donde su capacidad para moverse se hacía cada vez más limitada. Incluso los movimientos en la casa eran un asunto de arrastrarse de un lugar a otro.
Con poco apetito, continuó perdiendo peso y comenzó a quejarse de un dolor en la parte baja de su espalda. Cuando las repetidas terapias de masajes dejaron de causarle alivio alguno, fue llevado a un centro médico donde se le diagnosticó otra enfermedad, que no tenía relación alguna con la anterior: Una infección tubercular que estaba consumiendo su espina dorsal. La infección fue tratada exitosamente y en realidad le brindó a Jun una oportunidad para encontrar un lugar con la clase de instalaciones que necesitaba para un cuidado de tiempo completo. Como un hombre en la edad de pre-jubilación y con una enfermedad progresiva, Jun estaba en una posición mal definida dentro del sistema de salud. La única instalación privada que deseaba aceptarlo tenía una lista de espera de un año.

Desafíos en la comunicación
Al momento de su hospitalización, todavía podía hacerse entender verbalmente. Con la pérdida progresiva del control motor, sin embargo, muy pronto esto se hizo imposible. Su familia compró un tablero con el alfabeto que servía como un medio de comunicación e incluso el temblor de sus manos se hizo tan violento que era imposible determinar la letra que estaba señalando. Desde ese momento, la comunicación se hizo unilateral, hasta el grado que su familia haría preguntas a las que él pestañeaba para indicar que era un sí.
A pesar de la progresiva pérdida de capacidad física, el espíritu de hospitalidad de Jun nunca disminuyó. Siempre le daba la bienvenida a los visitantes con una amplia sonrisa, y utilizaba sus ojos grandes y sumamente expresivos para comunicar aquellas cosas que ya no podía decir con palabras. Él utilizaba sus ojos para indicar que les sirvieran té u otros refrescos a sus invitados, incluyendo hasta su bebida nutriente especial. Había, a pesar de la pérdida de capacidad verbal, un claro sentido de comunicación, de emociones importantes que se compartían e intercambiaban.
Él había alentado a muchos miembros de la SGI, incluyendo a quienes habían luchado contra el cáncer, y fue este aliento lo que retornó a él en su momento de necesidad. Como lo relata Yoshiko, “Cuando se desalentaba, yo le aseguraba que todavía tenía una misión que cumplir. Creo que el hecho de que no cediera a pesar de su condición fue un gran aliento para muchas personas. Él mantuvo su convicción hasta el final y de esta manera cumplió su misión”.
Mientras pudo escribir, llevó un diario en inglés como su mensaje para su familia. Como aliento para sus hijas, él escribió: “Si quieren saber cómo será el mañana, piensen acerca de lo que están haciendo hoy”.

Tiempo familiar
En el verano de 2002, Jun expresó un firme deseo de pasar algún tiempo en casa con su familia. Después de una detallada discusión con los doctores, se hicieron los arreglos para que pasara el mes de agosto en su casa. Yoshiko y sus tres hijas acomodaron sus tiempos libres respectivos en la escuela y el trabajo para asegurar que una de ellas siempre estuviese en casa con Jun. A pesar de las dificultades, esto probó ser una valiosa oportunidad para que se reuniera la familia en un marco hogareño. Él también utilizaba sus ojos para alentar a los miembros de su familia en la invocación budista, cuyo sonido lo reconfortaba notablemente.
Después de su retorno al hospital, los miembros de la familia se turnaban para cuidarlo, sin dejar de reunirse nunca para los cumpleaños y aniversarios.

Jun, Yoshiko y sus tres hijas en el hospital. Finalmente, la parálisis comenzó a afectar su capacidad para tragar la comida. Sus doctores recomendaron que le insertaran un tubo alimentador directamente a su estómago, pero Jun se rehusó firmemente. Ya antes él había indicado que no quería que se tomaran medidas que sólo le aseguraran sólo la continuidad de su existencia física. Este fue un punto que él había establecido por sí mismo, y Yoshiko estuvo de acuerdo. El impacto perjudicial de pasar por alto su voluntad expresa no podía balancear ningún beneficio posible en los términos de la extensión de su vida.
Desde ese punto, pasó por una declinación rápida, y el 11 de mayo de 2003, Jun Ortiz falleció pacíficamente, rodeado de su esposa e hijas.
“Recientemente,” dice Yoshiko, “nuestras hijas me dijeron, ‘Somos muy felices por tener padres como tú y papá’. Me conmovió mucho y estoy seguro de que Jun también lo habría estado. Eso es lo que él le dejó a nuestras hijas, el recuerdo de su amabilidad y sentido de orgullo en su ejemplo de alguien que se preocupaba profundamente por los demás. Después de la muerte de Jun encontré su diario. En él había escrito, ‘Muchas gracias por cuidarme. Espero que disfruten de los años que les quedan de vida’”.