28.1.05

LA VITALIDAD DE LA FE

EXPERIENCIA de SALUD de la Sra. Dinna Roman.
Responsable de Distrito de la SGIV.
Enviada por: Dinna Roman

En este significativo encuentro que celebramos hoy, me gustaría trasmitirles algunos de mis retos y la alegría de poder luchar por el Kosenrufu para lograr el sueño de Nuestro Mentor y el nuestro. Me siento feliz de pertenecer desde hace 17 años a esta noble Organización.

En éstos momentos estoy asumiendo la responsabilidad del distrito Flor de Loto en la División de Damas en el Cabildo Unión.

Cuando miro atrás y recuerdo lo que ha significado mi práctica constante “ pase lo que pase”, verifico lo que “ he ganado”: siento una estabilidad y una confianza que la atribuyo a la fuerte conexión con la Organización y a la lucha tenaz, de corazón que he mantenido gracias al daimoku sincero y sobre todo al apoyo de señoras responsables de la División de Damas.

Al conocer la práctica mi vida giraba en torno a la arrogancia, trabajaba todo, el día en dos Instituciones y estudiaba de noche , era madre divorciada con dos hijos. Aún cuando lograba cumplir con todo queriendo ser perfecta, lo hacía con actitud de queja. Pronunciaba Nan Miojo Rengue Kio para solucionar uno que otro problema sin profundizar. Pero un día de 1985 se me presentó una diarrea sangrante que mantuve por 2 días, sin darle la debida importancia. Tuve que ingresar a una clínica de emergencia y fui conducida por mi hijo de 13 años porque me había desmayado dos veces por una baja de hemoglobina . Bajo éstas circunstancias y queriéndome aferrar a la vida pronunciaba Nan Miojo Rengue Kio, hacía esfuerzos para visualizar el Gojonzon ya que lo había conocido en varias reuniones .

Así pronunciando vagamente comencé a tener confianza y resistir . Después de dos días y de haber manifestado una aparente mejoría, perdí los signos vitales y me revivieron con masajes al corazón. Me intervinieron de emergencia con alto riesgo eliminándome el estómago debido a un tumor de 16 cm. que abarcaba la totalidad del mismo y me unieron el esófago con los intestinos .El tumor resultó benigno. Perdí la noción del tiempo en terapia intensiva por más de una semana , sólo pensaba en Nan Miojo Rengue Kio para poder vivir y cuidar de mis hijos.

Cuando al fin pude hablar y desear comer me enteré que sólo debía ingerir líquidos y posteriormente alimentos sólidos acompañándolos de medicinas. Debía hacer un gran esfuerzo por comer cada tres horas. Mi vida dio un vuelvo radical y todo dependería de la constancia y del respeto que debía generar hacia mi propia vida. La psiquiatría sólo me ofrecía tranquilizantes. Yo me negaba a aceptar la realidad . ¿ El por qué me había pasado esto a mí? . Me quejaba y sufría mucho.

En medio de este infierno, llamé a las encargadas de mi zona y comencé a entonar Daimoku constantemente apoyada por miembros . Con dificultad visitaba algunas casas de miembros para entonar frente al Gojonzon. Aprendí a disfrutar del Daimoku, haciéndolo penetrar por todo mi cuerpo centrando mi oración en el aparato digestivo. Entonces el proceso de mi alimentación que era bastante penoso debido al esfuerzo de todos mis órganos comenzó a mejorar día a día y sin darme cuenta ya podía comer y degustar los alimentos sin miedo.

Las orientaciones y el apoyo de los miembros me fue de muy valiosa ayuda. Asistí a clases de gonguio y aprendí a entonarlo rápidamente, lo cual me producía alegría confianza y coraje.

Sentí la necesidad de recibir Gojonzon pero cuando se acercaba la fecha me obstaculizaba y capté que era mi tendencia a no apreciar la vida. Continuaba entonando Daimoku, leía y releía las orientaciones del Presidente Ikeda y logré sustituir la queja por agradecimiento. Recibí felizmente mi Gojonzon en 1987. Aprendí agradecer al Gojonzon en cada oración, valorar cada órgano de mi cuerpo y estaba convencida de la maravillosa fuerza vital que se manifestaba al estar en contacto de corazón con el Gojonzon y la capacidad sorprendente que posee nuestro cuerpo para regenerarse.

En agradecimiento, abrí mi casa para toda clase de reuniones colocando como centro de mi vida el Gojonzon captando cada vez más el compromiso de mi misión. Avanzaba rápidamente en el cambio de mi karma haciendo Revolución Humana, y apoyando a miembros.

Me reté a prolongar mi vida logrando así también cambio de mi karma Familiar pues muchas personas de mi familia mueren siendo jóvenes aún. Logré incorporarme al trabajo y obtener la jubilación para dedicarme de lleno a las actividades por el kosenrufu.

Ya completamente restablecida pude viajar y compartir con los miembros de la República Dominicana en el Festival de la Amistad, aprendiendo de su ejemplo. Eso me incentivó a tomar la decisión de cuidar y apreciar más el kaikan. Asumí la responsabilidad de suscribir y distribuir el Seikyo Criollo y animar a los miembros a aportar Zaimu. Todas éstas actividades me hacían sentir más cerca de Sensei y de sus propósitos. Mis hijos me sentían más fuerte y se alegraban cuando iba al Kaikan y uno de ellos se hizo miembro . Logré así mismo animar a muchas otras personas a hacer lo mismo.

En Septiembre de 1996 la manifestación de mi karma de salud volvió a presentarse de forma más leve. Tuve que ingresar de emergencia a la clínica y me operaron de una Obstrucción Intestinal sin evidencias de lesión tumoral. Mi Daimoku sincero y confiado me permitió resistir. Hubo que extraerme la vesícula biliar y cortar 24 cm. de intestino, mis pulmones se congestionaron y me mantenían con oxígeno.

Nuevamente tuve todo el apoyo de los miembros, sólo deseaba recuperarme rápidamente para dar Prueba Real de su daimoku sincero, constantemente pensaba en los miembros y en mis hijos. Sacaba fuerzas extrayendo valor. Y seguía disciplinadamente las instrucciones de los médicos, éstos me elogiaban por ser una excelente paciente; “ no se queja “ decían. Sorprendidos me manifestaban que mi organismo respondía cada vez mejor. ¡Tú eres un fenómeno! Y agregaban “a comenzar de nuevo”. Recordé que el último estudio que había preparado fue Hon ni myo (comenzar de nuevo). Pero con el apoyo de los miembros y mi Fe hacía más esfuerzo por recuperarme. Recordaba y me animaba con gratitud y esperanza un poema del Presidente Ikeda: LUCHEN... Resistan , aunque el cuerpo no resista más y al final alcanzarán aquella estrella que parecía inalcanzable.

Llegué a mi casa y sentándome frente al Gojonzon agradecí con tal fervor, percibiendo nuevamente toda su grandiosidad . La respuesta de mis oraciones era evidente, había prologado mi vida y además ésta vez no quedé con deudas . la operación pudo realizarse a tiempo a tiempo ya que el intestino se hubiera podido romper. Por otra parte mis hijos sufrieron menos, se mostraron valientes y confiados .

Agradezco a ellos tanto el amor que me dan y se los retribuyo manifestándoles más respeto y amor hacia ellos. Hoy ya son hombres sanos , profesionales luchadores, honestos , independientes y prósperos.

Comprendí que ésta práctica nos favorece más cuando la Fe se fortalece, entonces los problemas se empequeñecen con el cambio de nuestra condición de vida.

Logré recuperarme con gran rapidez, la digestión volvió a normalizarse en menor tiempo y asimilar los alimentos. Mi organismo respondía con su propia fuerza natural. Tengo la convicción de que cuando estoy frente al Gojonzon mi daimoku produce simultáneamente la respuesta.

He podido participar en cada una de las actividades de la S.G.I.V. y he disfrutado plenamente de ellas venciendo completamente mis limitaciones. Estoy aprendiendo a apreciar la vida y a no desperdiciarla un solo instante porque es demasiado valiosa. Oro para fortalecer y lograr que la Misericordia sea mi base para actuar, proteger a los miembros, apoyarlos con sabiduría y calidez, como me inspiran siempre las orientaciones que estudio de Presidente Ikeda.

Mi oración diaria está dirigida agradecer cada vez más, volcando esta energía dando apoyo continuo sin escatimar esfuerzo. Es un ritmo de dar y recibir. Así muevo mi vida, no podría quedarme con ésta energía después que gracias al Daimoku mi cuerpo responde bien.

Para finalizar , trasmitirles que ya he experimentado : cuando nos proponemos actuar con alegría y convicción para el kosenrufu, brota una enorme fuerza vital y una buena fortuna inmensa . Vamos entonces a luchar unidas armoniosamente por la Felicidad de toda la humanidad. Sensei confía en nosotras.

Muchas Gracias,

27.1.05

Venciendo mi tendencia a escapar


Profesor José Alberto Romero León
Tomado de Seikyo Criollo Octubre 1999


El año escolar 98-99 finalizó el 7 de julio de 1999 con el acto de graduación de bachilleres. Yo, me desempeño como profesor en una institución educativa en los Valles de Tuy, específicamente en Charallave. Desde hace algún tiempo había venido entonando Daimoku para que el año escolar en mi liceo tuviese un final feliz. Cuando llegué a ese liceo, en noviembre de 1995, la institución venía saliendo de una crisis de la cual las relaciones personales habían salido derrotadas. Yo llegaba, como profesor a tiempo completo proveniente de un liceo en donde sentí que había escapado.

Mi arribo al liceo donde actualmente laboro, significó en ese momento la sobrevivencia a un holocausto psicológico que por poco me destruye. Yo pensaba, inocentemente, que trasladarme de centro de trabajo era la solución al problema. Me mudaba de liceo, pero me traía, sin saberlo, eso que yo llamo la maletita karmática. Yo no conocía Budismo en ese momento, pero es importante resaltar en este punto que fue aquí donde entré en contacto con esta filosofía a través de una representante budista, miembro de la SGIV, a quien conocí y puse en contacto, casi inmediatamente con mi esposa y mi suegra, la primera se estaba acercando al Budismo, la segunda ya tenía alrededor de 12 años de práctica.

Mientras tanto, mi trabajo en el liceo continuaba su curso. Paredes agrietadas o con pintura deteriorada, maleza, basura y filtraciones eran los signos más evidentes del grado de deterioro de ese lugar. El chisme, la envidia y otros sentimientos bajos comenzaban a envolverme y me asaltaba un malestar ya conocido por mí: las ganas de partir, o mejor dicho, de huir, de escapar de allí. Sentía que merecía estar en un mejor lugar. Al año siguiente, en noviembre de 1996 comencé a practicar Budismo y empecé a cantar, entre otras cosas, por irme de allí. Hacía Daimoku, oraba fervientemente por trabajar en otro lugar, pero aparentemente no pasaba nada. Continuaba allí, estancado, creía yo que consumiéndome.

Empecé a cuestionarme acerca de los efectos del Daimoku, no entendía qué pasaba y mientras más cantaba por irme más me iba quedando. Entonces, enfoqué mi oración para el mejoramiento de mi lugar de trabajo, comencé a ver hacia mi entorno y me determiné a cantar fuertemente porque mi lugar de trabajo fuese un sitio armonioso, una tierra de paz. Y los cambios se hicieron tangibles. El liceo empezó a mejorar su aspecto lenta pero progresivamente. La grama y las flores comenzaron a crecer donde hasta hacía poco sólo habían piedras. Una pared fue construida donde antes había una cerca semiderrumbada, las oficinas fueron acondicionadas y las áreas verdes se hicieron más visibles. Pero faltaba algo.

Las relaciones interpersonales en todo el liceo y la salud de los que dirigían el mismo seguía en franco deterioro. Yo continuaba entonando Daimoku y los problemas iban profundizándose. Las últimas tres personas que habían tenido la responsabilidad de la dirección del liceo se habían enfermado, dos de ellas gravemente, en el ejercicio de sus funciones. La situación hizo crisis y en marzo de este año 1999, mi centro de trabajo era un barco a la deriva. No había quien lo gerenciara. La situación se hacía casi insostenible. Entonando Daimoku profundamente entendí en ese momento, por otra vía (había graves problemas de irrespeto en mi entorno familiar) que tenía que hacer Daimoku profundo por ese aspecto o área de mi vida. Tenía que y quería ser una persona más respetada, un hombre más respetable. Entoné fuertemente por extraer esas potencialidades desde lo más profundo de mí.

Y sucedió lo místicamente explicable: colegas, secretarias, obreros y estudiantes comenzaron a ver en mí a esa persona capaz de tomar las riendas del liceo y evitar que éste fuese una nueva versión del Titanic. La sola idea de encargarme de la dirección me aterraba. Me designaron en comisión para plantear la problemática de la falta de dirección en la gerencia del liceo. Fui a la Zona Educativa del Estado Miranda y la respuesta que obtuve fue: Encárguese usted. Fui a la Asamblea Legislativa del Estado Miranda donde me fue concedido un derecho de palabra ante la Comisión de Educación a fin de buscarle solución inmediata a un problema karmático que ese liceo tiene desde que fue fundado en 1987 y la respuesta de la comisión fue una interrogante: ¿Y por qué no se encarga usted? Mi respuesta siempre era la misma: Es que yo no tengo tiempo.

Mientras tanto, yo continuaba entonando Daimoku por más respeto en mi vida y lo que obtenía en retribución era más responsabilidad. Yo no entendía aquello. Me parecía fuera de toda lógica. ¡Claro! No podía entenderlo lógicamente, tenía que comprenderlo místicamente, con mi vida. Comprendí entonces, que si casi todos creían que yo era la persona indicada, era porque ellos me percibían como la persona respetable por la que yo había venido entonando Daimoku. Al fin y al cabo, ¿no era por más respeto por lo que estaba cantando? Comprendí, que eso era una evidente respuesta a mis oraciones y que yo había hecho las causas para desempeñar tan relevante y exigente posición. Digo esto porque siempre tengo presente frente a cualquier circunstancia de mi vida aquel fragmento del Sutra Shinjikan que Nichiren Daishonin cita en su tratado "La Apertura de los Ojos" que dice: Si quieren comprender las causas que existieron en el pasado, miren los resultados que se manifiestan en el presente. Y si quieren conocer los resultados que se manifestarán en el futuro, miren las causas que existen en el presente.

Finalmente, tomé la decisión, y un día de Junio de este año 1999 pasé a ser el Director encargado del liceo "Creación Charallave". No podía continuar evadiendo, por miedos muy profundos, esa responsabilidad. He comenzado, gracias a esta extraordinaria práctica, a vencer mis temores, mi ira hacia mi mismo, porque el miedo no es sino una mezcla donde confluyen tres de los cuatro bajos mundos, ira hacia uno mismo (por no sentirse seguro que no es otra cosa que no sentirse digno), animalidad por aquello del instinto de conservación que invade a todo animal asustadizo, e infierno por el sufrimiento en el cual el miedo nos sumerge.

Comencé a gerenciar el liceo y los cambios positivos se hacían más notorios tanto en lo físico como en lo espiritual. Fui sumando aliados y todos me transmitían verbal o actitudinalmente una sensación de agradecimiento que yo no podía retribuir sino con más compromiso. Trabajé mucho más horas de las que me correspondía trabajar. Desde el primer día de mi gestión vi, no sin asombro, como los problemas y sus respectivas solucione se presentaban como una cadena de circunstancias con final feliz. A mi llegada al cargo, varios colegas cayeron enfermos, una colega fue operada, dos sufrieron un accidente automovilístico, otra colega sufrió traumatismos en la cara producto de una pedrada y la madre de una de las secretarias de mi antigua seccional sufrió un Accidente Cerebro Vascular.

Todo esto generaba ausentismo, es decir, obstáculos para mi gestión. Pero yo, siguiendo aquella orientación de Nichiren Daishonin plasmada en el Gosho la "Felicidad en este Mundo" sufría lo que tenía que sufrir cuando se presentaban los obstáculos y gozaba lo que tenía que gozar cuando "llegaban" las soluciones. Yo continuaba entonando Nam Miojo Rengue Kio con la misma convicción con la que llegué al cargo de director: hacer del liceo una tierra pacífica, un lugar para la paz. Donde quiera que esté, ese lugar debe ser un espacio armonioso y tengo en Nam Miojo Rengue Kio el instrumentopara lograrlo. Creo firmemente que, como dijo Nichiren en el Gosho "Sobre el logro de la Budeidad" que si el corazón de las personas es puro, su tierra también lo será. Como budista, debo preocuparme por atesorar a mis compañeros, sean budistas o no, y yo en concordancia con esa idea he mantenido contacto con todos ellos y ya por cierto le he hablado de Budismo a alguno de ellos.

En mi primera semana como director se cristalizó la visita, con mis ahijados de promoción de 2° de Humanidades, no sólo a la Exposición sobre Armas Nucleares sino también al Kaikan. Fue una experiencia muy reconfortante si tomamos en cuenta el extravío en el cual se haya sumida nuestra juventud. Por cierto algunos manifestaron su interés por el Budismo. Uno de ellos ya ha entonado y me ha comunicado que ha tenido prueba inmediata. La práctica del Budismo me ha fortalecido ese sentido al que todo docente debe despertar. Tal y como lo dije al comienzo de la narración de mi experiencia, yo había venido cantando para que el año escolar tuviese un final feliz. El 29 de Julio de 1999 se celebró el acto de graduación de bachilleres. Ese día obtuve grandes beneficios. Me fueron otorgadas dos placas de reconocimiento, una por parte de mis ahijados de promoción de 2° de Humanidades y la otra (era una sorpresa) me fue otorgada por los graduandos de las cinco secciones, quienes previa votación, me habían seleccionado como el profesor que se hacía acreedor de tan alta distinción.

Por primera vez en mi vida fui ovacionado de pie por una audiencia y hoy no dejo de agradecer a la Ley Mística que el año escolar haya terminado así. Hoy, siento que los efectos de mi práctica han comenzado a manifestarse en mi entorno laboral. Mi liceo luce hoy como una edificación a ser inaugurada porque fue incluida en el Plan Bolívar 2000 y ha sido casi totalmente refaccionada. Actualmente continúo orando profundamente para que esos efectos se manifiesten más fuertemente en mi ambiente familiar, pero este es tema para otra experiencia. Espero narrarla pronto. Muchísimas gracias.

Escribí una nueva historia para mi vida

Experiencia de Jack DiPietro
Rancho Santa Margarita, California. World Tribune, junio 4, 1999.
Tomado de Seikyo Criollo Diciembre 1999

Jack DiPietro explica cómo su vida pasó de ‘infierno a felicidad’ durante sus 26 años de práctica budista. Aparte de disfrutar de numerosos tesoros del corazón, él está actualmente trabajando para adquirir un Ph. D. en Inglés, a pesar de haber sido diagnosticado con afasia congénita: "pérdida total o parcial del poder de usar o entender las palabras". En 1971, quedé devastado por el asesinato de mi amigo Eddy en Santa Mónica. Con 13 puñaladas, debido a una deuda de $30 con unos tipos, Eddy murió a mis pies, rogando: "Ayúdame, Jack, me estoy muriendo". A pesar de tener pesadillas cada noche y temer por mi propia vida, señalé a los criminales, lo cual condujo a la policía a encontrar el arma homicida y una chaqueta ensangrentada en casa del principal sospechoso, los componentes de un caso sólido, o al menos así lo pensé
yo.

En el proceso, el juez desechó la evidencia, desestimó al testigo ocular (yo), y descartó el caso. A esas alturas de mi vida, me convertí en un nihilista activo; no creía en nada; para mí, el mundo físico era todo lo que existía, y estaba convencido de que el universo era indiferente hacia mí. No creía en ninguna existencia, influencia o significado sobrenatural ni espiritual. Mi vida era el infierno. Sartre se equivocó. Recuerdo que en ese entonces pensaba: "el infierno no es 'la otra gente', el infierno soy yo. El diccionario Webster debería colocar una foto mía, de 8 x 10 pulgadas, junto a la definición de infierno". Luego, cuando mi novia, Tricia, una conejita de Playboy, me abandonó un año después, me sumergí en el más profundo y oscuro, la madre de todos los infiernos.

Afortunadamente, para mí, sin embargo, mi amigo Cleve se había unido a la SGI-USA en 1971. Cleve había sido algo así como mi guru. Por un par de años, tuve una relación pseudo maestro discípulo con Cleve. Sin embargo, me alejé de él cuando se unió a lo que yo supuse era algún tipo de culto extraño. Aún así, fue a Cleve a quien llamé cuando la conejita Tricia me dejó. Me quedo corto cuando digo que manifesté una absoluta incredulidad cuando me dijo que entonara Nam-miojo-rengue-kio para que mi chica regresara. A pesar del hecho de que me perdería el Show de Sonny y Cher (n.t.: popular programa de televisión de la época), asistí a mi primera reunión budista esa noche, y en ese momento y lugar me uní a la SGI-USA.

Veintiséis años después, me siento increíblemente feliz por haberlo hecho. Todo cambió , mi vida pasó del infierno a la felicidad. Desde que estoy practicando este budismo he recibido beneficios extraordinarios, he superado obstáculos tremendos y constantemente he profundizado mi fe en el Budismo del Daishonin. A modo de ilustración diré que, en 1976 me casé con una joven quien desde entonces ha sido la base y el apoyo principal de mi vida. Me había unido a la SGI-USA porque quería que mi conejita Tricia regresara. Realmente creo que lo que regresó desde mi pasado eterno fue mi esposa, mi pareja espiritual. Irónicamente, su nombre también es Tricia. Durante los 22 y tantos años que hemos estado juntos, nos hemos tenido que respaldar el uno al otro muchas veces. Por ejemplo, por 12 años intentamos desesperadamente tener hijos. Sin embargo, los muchos doctores que visitamos en el curso de esos años, no pudieron diagnosticar la causa. Finalmente, buscamos orientación de una persona con experiencia en la fe, quien nos dijo que nos esforzáramos en tratar a los miembros de la SGI como si fueran nuestros hijos, hablando figuradamente, por supuesto. Como responsables de cabildo que éramos en ese momento, pusimos su orientación en práctica de inmediato. Poco después, el problema fue diagnosticado, y hoy en día tenemos dos preciosos hijos, Tom y Tracy, a quienes estamos criando con una tremenda alegría, amor y agradecimiento. Estos recuerdos y estos niños son ambos mis preciosos tesoros del corazón. Los miembros de la SGI también son preciosos tesoros del corazón para mí.
Recuerdo en 1992, por ejemplo, como Jon, un miembro de mi cabildo, salvó mi vida. En realidad, sólo estaba devolviéndome el favor, porque unos cuantos años antes yo había ayudado a salvar la suya. Jamás olvidaré cuando me llamó para decirme que sus médicos le acababan de dar 30 días de vida: debido a un estado avanzado de cáncer de pulmones. "Jack", me dijo: "los doctores me dijeron que arreglara todas mis cosas". Quedé petrificado. Casi le digo que le diría a alguien con más experiencia que le devolviese la llamada porque sentía que no tenía la sabiduría para ayudarlo. Entonces recordé que casi 20 años antes mi amigo Eddy había muerto a mis pies mientras yo permanecía impotente, y sabía que no iba a dejar que eso ocurriese de nuevo, porque esta vez no estaba desarmado. Una inmensa confianza brotó a la superficie de mi vida; las palabras salieron de mi boca casi como si tuvieran vida propia. Le dije a Jon: Tus médicos no saben nada acerca del poder del Gojonzon, Jon, el poder de Nam Miojo Rengue Kio. Tú no te vas a morir, ¡te lo prometo! ¡Tú vas a vivir porque tú tienes una misión que cumplir por el Kosen Rufu! ¿Por qué no entonas Daimoku durante 10 horas cada día para poder vivir con el propósito de cumplir con esa misión? Jon vivió y dejó confundidos a todos los doctores en el Hospital City of Hope quienes erróneamente habían anticipado su fin.

Hace un par de años, Jon se me acercó después de una reunión de diálogo y me preguntó si me acordaba de cuando le dije que entonara 10 horas de daimoku por día. Dijo: "Nunca te dije esto antes, pero no logré entonar las 10 horas por día porque me sentía terriblemente mal todo el tiempo, debido a las grandes dosis de
Quimioterapia y radiación que recibía. De manera que sólo pude entonar tres horas por día. Lo siento Jack." Los miembros son sin duda alguna tesoros del corazón tan maravillosos. Como dije anteriormente, sin embargo, Jon sólo estaba devolviéndome el favor.

Para enero de 1992, el negocio familiar (Mi esposa yo somos consultores financieros que trabajamos por nuestra cuenta) había estado "circundando el WC" por los dos últimos años debido a la fea depresión económica que sufrió California desde principios hasta mediados de los años 90. Ya habíamos perdido nuestra propiedad de tres acres, carros, caballos y ahorros. Ya habíamos experimentado obstáculos similares diez años atrás y los habíamos superado con nuestra práctica budista. Por alguna razón, sin embargo, fui tan tonto como para pensar que al sobrepasar esos obstáculos financieros una vez, ya nunca tendría que enfrentarlos de nuevo. Y me sorprendí mucho cuando volvieron a presentarse, en una escala mucho mayor aún, diez años después.

Aún así, comencé a entonar dos, después tres, cuatro, cinco horas de daimoku por día para superar estos obstáculos. Pero sin importar cuanto daimoku entonara, nada parecía cambiar. Después de dos años en esto, un domingo por la mañana en enero de 1992, después de hacer el gonguio, le dije a Tricia que iba a abandonar la práctica. Caramba, nunca había visto a mi esposa tan enojada; pero, dijera lo que dijera, estaba decidido a abandonar después de casi 20 años de práctica. Estaba frustrado y enojado por no poder salir del estancamiento kármico, con todo lo que estaba practicando. Mientras mi esposa me estaba regañando a gritos, el teléfono repicó. Era Jon. Su grupo estaba organizando una reunión en la que el tema era citas favoritas de los escritos de Nichiren Daishonin. Me preguntó si podía localizarle un pasaje en especial. Yo ya sabía exactamente cual era el pasaje que estaba buscando. Se lo leí por el teléfono: "Esta vez estoy seguro de que abandonará su fe. Si lo hace, no tengo la menor intención de reprochárselo. De igual manera, tampoco debe usted culparme a mí, Nichiren, cuando haya caído en el infierno. De ninguna manera es mi responsabilidad". (Los principales escritos de Nichiren Daishonin, vol. 2, (2da. ed.), p.243).

Cuán maravillosamente increíble el hecho de que Jon me llamase en ese momento crucial y me pidiera leerle esta orientación tan apropiada. Mientras le leía el pasaje, sentí como si el Daishonin me hablase a mí directamente. De manera que me encontré a mí mismo de nuevo en la condición de vida de infierno, de la cual había emergido hacía ya 20 años cuando comencé a practicar. Supe en ese instante que no iba a abandonar; comprendí que no iba a rendirme ante mí mismo, ni ante Jon y todos los demás miembros que contaban conmigo. Recuerdo haber pensado: "Juro, Daishonin, que nunca abandonaré; nunca me rendiré; nunca olvidaré mi promesa. Yo venceré, no importa qué suceda; sólo obsérvame". En ese preciso momento superé el estancamiento.

Consecuentemente, en los siguientes tres meses nuestro negocio arrojó ganancias por más de $100.000. Desde entonces, mientras que tres cuartas partes de nuestros competidores se han tenido que salir del negocio, nuestra pequeña compañía de dos personas se ha convertido en una de las primeras firmas ejecutivas de consultoría de la industria financiera de California del Sur. Por contraste, no me atrevo a pensar qué hubiera sido de mí si mi querido amigo no hubiese llamado ese domingo por la mañana en 1992. He querido escribir mi experiencia en la fe desde hace muchos años. Sin embargo, no lo había hecho debido a que tengo muchas dificultades con el lenguaje, ya que tengo afasia, que según el diccionario es "una pérdida total o parcial de la capacidad para usar o entender las palabras, quedando intactos los órganos vocales, sin alteración de la inteligencia. Resulta comúnmente de daño en el cerebro". Aún cuando sí sufrí una fractura severa de cráneo siendo pequeño, actualmente se me ha diagnosticado afasia congénita, lo cual tiene sentido ya que mi hijo de 10 años de edad también la ha heredado. Sin embargo, el caso de Tom es mucho más severo que el mío. Mientras que mi afasia provoca una pérdida moderada de la habilidad verbal, la suya causa una pérdida importante no sólo de la habilidad de usar las palabras sino también de entenderlas. Tom no habló hasta que tuvo 7 años de edad, y no construyó una oración completa hasta que tuvo casi 9. Debido a estos síntomas, un psicólogo de la escuela primaria nos dijo una vez que nuestro hijo era retardado mental.

Hace dos años, sin embargo, después de entonar una tremenda cantidad de daimoku por el bien de Tom, finalmente fue diagnosticada su verdadera condición afásica. Encontramos un terapista de lenguaje muy especial, cuya habilidad y determinación han permitido a Tom avanzar en sus habilidades de lenguaje exponencialmente en los dos últimos años. Gracias a Tom, pude ver con más claridad mi propia incapacidad afásica. Me sentí tan feliz de descubrir que el mal que me había plagado toda mi vida era claramente fisiológico. Las palabras simplemente no salían, especialmente cuando trataba de expresarlas en forma escrita. Siempre pensé que sólo se debía a estupidez mía. A pesar de esta condición, sin embargo, estoy terminando un Ph. D. en Inglés en la Universidad de Graduados de Claremont. Comencé mi master en enero de 1992, y he estado trabajando muy duro desde entonces. ¿Cuán duro? Bueno, por ejemplo, cuando tenía que escribir alguna tesis, me llevaría cuatro veces más tiempo escribirla que a mis compañeros. Desde 1992, he tenido que escribir 68 tesis.

Además de mis estudios y mi trabajo de tiempo completo como consultor, también soy profesor adjunto de Inglés en el Instituto Saddleback. He estado dando clases a tiempo parcial en pregrado desde 1993. Mi materia es Introducción a la Composición - ¡Qué ironía! Al fin he terminado el período regular del curso de Ph.D., y mis exámenes finales serán en agosto. En ese momento tendré que escribir una disertación de 200 páginas. Debido a que escribir me resulta tan difícil, esta disertación me ha preocupado desde que comencé mis estudios de postgrado. Aún así tengo que hacer un buen trabajo - no, un gran trabajo - en esta tesis final. Estoy escribiendo acerca del presidente de la SGI Daisaku Ikeda, comparando sus escritos con los escritos trascendentalistas de Emerson, Thoreau, y Whitman. El jurado de mi disertación será: el director del departamento de Inglés de la Universidad de Graduados de Claremont; el director del departamento de Inglés de la Universidad del Estado de California, en Los Angeles; el Dr. Alfred Balitzer, profesor de ciencias políticas en Claremont y el presidente honorario de la Universidad Soka de América. Es por esto que pienso que ha llegado el momento de escribir esta experiencia.

23.1.05

La relación sentimental de mis sueños

Experiencia de Robyn Thaw
Experiencia extraída del “World Tribune”, publicación de la SGI-USA, del 3 de abril de 1998.
Tomado del Seikyo Criollo Junio 1998


Después de 22 maravillosos años de práctica budista, Robyn Thaw logró exactamente lo que estaba retada a lograr, la relación sentimental de sus sueños. Ella puede ahora atestiguar
que en el Budismo no hay esfuerzo perdido, y que vale la pena esperar el verdadero amor.

He esperado mucho tiempo para tener esta experiencia y la emoción que siento de poder compartirla, finalmente, es enorme. Lo que voy a contar se refiere a ese pedazo de roca kármica que nunca parece moverse a lo largo de los años. Para mí, esta roca era la de las relaciones sentimentales y, en particular, la de encontrar y casarme con la persona correcta para mi vida; esa, a la que muchos llaman “el alma gemela”. En cada Gonguio de año nuevo yo me determinaba a cambiar esto y para entonces, al final de cada año, el 31 de diciembre, me veía de nuevo entonando Daimoku, sola, frente a mi Gojonzon, dispuesta a retomar mi determinación. Esta situación se repitió durante 20 años. Mi práctica budista se mantuvo fuerte a lo largo de los años. Como resultado, cambié mi vida. También llegué a un punto en el que dejé de sufrir por encontrar la persona con quien compartir mi vida. Me di cuenta que ya la estaba compartiendo con muchísima gente que realmente me importaba y aunque pensaba que para ese momento ya yo debía haber estado casada y con hijos, no podía quejarme. Estaba feliz y, a pesar de los ataques de soledad, tenía una vida maravillosa que incluía una atractiva y satisfactoria carrera que hace tres años me trajo de Boston a San Francisco.

Decidí que realmente yo ya no necesitaba orar sobre ese asunto. Sabía que, mientras me mantuviera entonando Daimoku y practicando por el bien de los demás, esta área de mi vida se iba a resolver cuando llegara el momento adecuado. El Gojonzon no está fuera de mi vida, esto me llevó a sentir que no tenía que cantar específicamente por algo en particular para que el Gojonzon conociera mi deseo. Hablé con la Sra. Clark, responsable de la División de Damas de la SGI de los Estados Unidos cuando visitó mi zona. Al final de nuestra conversación se me ocurrió contarle sobre mi nueva manera de pensar. Se mostró un poco sorprendida. Me preguntó si todavía quería casarme. Le dije que sí. Ella entonces me preguntó que cómo era posible que no estuviera orando por eso. Me explicó que, a veces, está muy bien que no oremos por todo lo que queremos, pues en la medida que nos devocionamos a la felicidad de los demás, nuestra vida se inunda de
beneficios. Me explicó que si tenemos un área débil en la vida que evitamos enfrentar, se nos abre una brecha que, con el tiempo, se llena de dudas y se hace cada vez más profunda. Me dijo que, si esto era algo que yo realmente deseaba, era muy importante que mantuviera el reto hasta hacerlo realidad. Así lo hice. Un maravilloso beneficio siguió.

Fui al Japón y estuve con el presidente Ikeda el 3 de mayo de 1997, en la reunión conmemorativa llevada a cabo en el Salón Makiguchi. En esa oportunidad el presidente Ikeda habló sobre lo que significa sostener una fuerte determinación para triunfar. Dijo que, con frecuencia, nuestra determinación es muy superficial, mientras que la verdadera determinación se mantiene día tras día, año tras año, sin fallar, suceda lo que suceda, tome el tiempo que tome. Comprendí que limitarse a sólo mantener la expectativa de que nuestros sueños se conviertan en realidad, sin la determinación de mantener esos sueños, es una visión superficial de nuestra práctica budista y que una visión así nos puede conducir a dudas e infelicidad. Durante muchos años esperé pasivamente que ciertas áreas problemáticas de mi vida cambiaran gracias a mi fuerte práctica, en lugar de usar mi práctica para atacar esas áreas. Había confundido expectativa con determinación. A pesar de que ambos son importantes, llegué a comprender claramente la diferencia. Me sentí emocionada, tremendamente agradecida y llena de esperanza. Cuando llegué a casa, estaba verdaderamente decidida a atacar muchas áreas de mi vida, incluyendo la de encontrar a la persona correcta con la cual compartir mi vida. Mi oración era simple: encontrar a alguien que me amara y me valorara, y que amara y valorara a la SGI. Sentía que ya tenía el resultado cada vez que oraba al Gojonzon. Cada vez que contaba una experiencia o que hablaba con otros les decía que yo sabía que iba a conocer esta persona muy pronto. No tenía dudas sobre ello.

Dos semanas después conocí a Alan. Ocho meses después Alan me pidió que me casara con él. Acabo de cumplir cuarenta y siete años y este será mi primer matrimonio. ¡Muy por encima de lo que dicen las estadísticas sobre las oportunidades que tiene una mujer para casarse cuando ha sobrepasado los 35 años! Debería mencionar lo maravilloso que es Alan como persona. Tenemos una relación increíble, mejor de lo que me hubiera atrevido a imaginar con cualquier persona. Hay amor, respeto, pasión, alegría, y profunda amistad. Él no practica pero me apoya de todas las formas posibles, hasta en la lectura y en las profundas conversaciones que sostenemos sobre el budismo. Somos “almas gemelas”. Algunas personas, cuando nos ven juntos, nos comentan que una relación como la nuestras es la que quisieran tener.

Alan es la persona con la que soñé toda mi vida. Realmente agradezco haber tenido la tremenda fortuna de esperar. Aun cuando eso no era lo que sentía a lo largo de los años. Nos conocimos en el momento absolutamente preciso para ambos. Estoy segura de que, según mis tendencias, si me hubiera casado hace muchos años como yo deseaba, no hubiera podido desarrollar la fuerte práctica y profunda convicción que tengo ahora en la fe. Mi captación de lo que soy y de dónde está mi felicidad, habría permanecido superficial. De esto estoy segura.

Un vicepresidente de la SGI de los Estados Unidos me contó una vez su hermosa experiencia sobre cómo conoció y se casó con su esposa. Me dijo que en su juventud había tomado la decisión de casarse y que desde entonces había comenzado a orar para encontrar la persona correcta para su vida, que entonara Daimoku y practicara con fuerza dentro de la organización, pero que los años pasaban y no aparecía la esposa. Cuando finalmente la conoció, supo que esa era la persona, sintió una profunda conexión con ella. La parte de su historia que más me conmovió fue que para el momento en que él había tomado la determinación de casarse, su futura esposa tenía sólo ¡catorce años! Obviamente, el tiempo no era el correcto y no se conocieron por muchos años, hasta que ella alcanzó la edad adecuada y estaba lista para casarse. Su espera me recuerda lo que el presidente Ikeda dice en el Volumen 1 de sus Disertaciones sobre el Sutra del Loto: “Puede haber momentos en los que pensemos ‘¿Qué he hecho yo para merecer esto?’ Sin embargo, no debemos permitirnos ser desviados cada vez que surge algún fenómeno; porque desde ya es seguro que seremos felices al final.

Deberíamos tomar como un entrenamiento todo lo que nos ocurre en nuestra práctica, para alcanzar el destino de nuestra felicidad. Si lo hacemos, más adelante veremos el profundo ‘significado’ e ‘intención’ subyacente a cada uno de estos fenómenos”. Mi experiencia de que mi oración haya sido respondida, no es el resultado de una cosa en particular. No se debió a que yo, de repente, recibiera la orientación correcta, o a que encontrara el área débil de mi vida que debía cambiar. No tiene que ver, simplemente, con que yo haya profundizado en cómo cuidar de los demás, o que haya cambiado un aspecto de mi práctica, o que me haya determinado por primera vez. Es una combinación y una acumulación de todo.

Con toda claridad, pude traspasar la barrera porque nunca me di por vencida. Esto no fue fácil en los momentos en que fueron surgiendo las dudas, año tras año. El presidente Ikeda escribe: “El Daishonin dice: ‘si no albergamos dudas en nuestros corazones, con seguridad alcanzaremos el Estado de Buda’. Quienes evitan sucumbir ante las dudas, suceda lo que suceda, son ganadores en la fe. Son las personas que verdaderamente comprenden la intención del Daishonin”. Cambié mi situación gracias a que año tras año, por muy fuerte que fuera la duda o el obstáculo que estuviera enfrentando e independientemente de lo que estuviera sintiendo en un momento determinado, siempre regresaba al Gojonzon y daba el máximo de mí por el bien de los demás dentro de la SGI, sin detenerme. Aun cuando había momentos en que hacía las actividades budistas por mi propio beneficio o desde mi propio ego, no importaba. Siempre trataba de estar cerca del corazón del presidente Ikeda, de trabajar mis propias debilidades , y de devocionar mi vida por apoyar la práctica de mis amigos de la SGI. Por eso gané. Qué increíble fortuna podemos acumular viviendo este tipo de vida, día tras día, año tras año. Aunque es maravilloso lo que siento al estar comprometida en matrimonio con alguien a quien amo tanto, tengo que decir que el verdadero beneficio no tiene en realidad nada que ver con haber encontrado a esta persona. El centro de mi alegría es saber con cada célula de mi vida que lo que el Gojonzon encierra es verdadero y que nuestra práctica por los demás realmente trae beneficios a nuestras propias vidas. Quiero agradecer al presidente Ikeda y a tantos amigos y dirigentes de la SGI en todo el país, que han estado conmigo y me han animado a través de los años. Ustedes son mis “tesoros del corazón”.

Hay una última cosa que quisiera decir. Cuando estuve en el Japón en 1990, recibí orientación de la Sra. Hachiya, Asistente a la Responsable de la División de Damas de la SGI, sobre cómo traspasar la barrera que nos impide encontrar a la persona correcta. Ella me dijo que mi reto no era encontrar un esposo sino desarrollar un corazón cálido y abierto y que, así, yo atraería a mi vida a la persona correcta. Una noche, Alan me sentó frente a él y me dijo “tú tienes el corazón más hermoso que yo jamás haya conocido. ¿Quieres casarte conmigo?”. Imagínense lo que le contesté.

Si no hubiese sido por esta maravillosa práctica...

EXPERIENCIA DE LA SRA. ANGÉLICA DÍAZ, MIEMBRO DE CALI, COLOMBIA. DICIEMBRE 1997
Tomado del Seikyo Criollo, Marzo 1998


Buenos días queridos compañeros: saludo cariñosamente al Sr. Mazequina que viene desde el Perú a visitarnos - Angélica Romero encargada de las damas en Colombia y el Sr. Yesid Machado encargado de la organización en Colombia.

Señoras y señores:
Para mi es muy placentero representar al Dpto. del Valle del Cauca en tan importante asamblea como integrante del grupo budista y a la vez doy mis más sinceros agradecimientos por tenernos en cuenta, esperamos que estas reuniones se hagan con más frecuencia en las diferentes ciudades del país donde hayan integrantes de nuestra organización para lograr objetivos como la paz mundial. Les contaré la historia de mi vida antes de conocer este maravilloso Budismo Ortodoxo de Nichiren Daishonin.

Desde mi niñez he estado carente de mucho amor y comprensión y esto me trajo muchas amarguras a mi vida; me casé y fui muy infeliz. Elegí a la persona menos adecuada, me separé después de haber estado en clínicas de reposo y tomando calmantes en cantidad para mis angustias. Mi separación fue muy traumática pues me quitaron todo, lo único que faltaba era que me quitaran a mis hijos y mi esposo y su familia lo intentaron hacer. Debido a esta situación tan terrible decidí irme para Venezuela con mis dos hijos pues yo vivía en Medellín sumida en la amargura más grande, con un maletín en la mano y sin casa donde vivir; mis hijos vivían con mi suegra.

Me fui con ellos para Venezuela y fue también para sufrir, tomaba mucho licor y como el sufrimiento era tan grande odiaba a la gente y todo lo que me rodeaba. Me encontraba sola, muy sola, en un país extraño, pero ese odio era lo único que me hacia sentir fuerte y segura. Encontré un trabajo en una empresa en Caracas como secretaria y la persona que dirigía esa empresa era budista. Ella comprendió sin que yo dijera nada toda mi angustia y mi sufrimiento y me dio escrita en un papelito la palabra Nam Miojo Rengue Kio.

Empecé a practicar con mucha dificultad porque me daba miedo que Dios me castigara, así pensaba yo. Empecé a repetir Nam Miojo Rengue Kio y al poco tiempo vi como lograba las cosas con más facilidad. Al cabo de un año ya no sentía casi deseos de tomar, pero mi mente estaba como un rompecabezas y por lo tanto, mi vida estaba igual. Ahora, después de 18 años de práctica he visto y experimentado una profunda transformación. Los cambios que han habido en mi vida a través de mi práctica son: mi estabilidad emocional, laboral, familiar y el gran beneficio de tener mi casa propia para el Kosen-rufu y para que se hospeden en ella miembros de Colombia y de cualquier parte del mundo. Otro cambio que he tenido en mi vida ha sido el ya no sentir miedo de estar sola. La determinación que tengo ahora es la de luchar por el Kosen-rufu de Colombia, concretamente en Cali, ayudar a que sean felices las personas que ya conocen esta maravillosa práctica y las que deseen ingresar a ella y además apoyar a nuestros jóvenes que son el futuro de nuestra querida Colombia y para concluir les puedo decir que si no hubiese sido por esta maravillosa práctica del Budismo Ortodoxo de Nichiren Daishonin y la guía, aliento y orientación que a diario recibo del presidente Ikeda, yo ya no existiría y les puedo decir muy humildemente que se puede lograr con ella la felicidad y mucho más.