27.1.05

Escribí una nueva historia para mi vida

Experiencia de Jack DiPietro
Rancho Santa Margarita, California. World Tribune, junio 4, 1999.
Tomado de Seikyo Criollo Diciembre 1999

Jack DiPietro explica cómo su vida pasó de ‘infierno a felicidad’ durante sus 26 años de práctica budista. Aparte de disfrutar de numerosos tesoros del corazón, él está actualmente trabajando para adquirir un Ph. D. en Inglés, a pesar de haber sido diagnosticado con afasia congénita: "pérdida total o parcial del poder de usar o entender las palabras". En 1971, quedé devastado por el asesinato de mi amigo Eddy en Santa Mónica. Con 13 puñaladas, debido a una deuda de $30 con unos tipos, Eddy murió a mis pies, rogando: "Ayúdame, Jack, me estoy muriendo". A pesar de tener pesadillas cada noche y temer por mi propia vida, señalé a los criminales, lo cual condujo a la policía a encontrar el arma homicida y una chaqueta ensangrentada en casa del principal sospechoso, los componentes de un caso sólido, o al menos así lo pensé
yo.

En el proceso, el juez desechó la evidencia, desestimó al testigo ocular (yo), y descartó el caso. A esas alturas de mi vida, me convertí en un nihilista activo; no creía en nada; para mí, el mundo físico era todo lo que existía, y estaba convencido de que el universo era indiferente hacia mí. No creía en ninguna existencia, influencia o significado sobrenatural ni espiritual. Mi vida era el infierno. Sartre se equivocó. Recuerdo que en ese entonces pensaba: "el infierno no es 'la otra gente', el infierno soy yo. El diccionario Webster debería colocar una foto mía, de 8 x 10 pulgadas, junto a la definición de infierno". Luego, cuando mi novia, Tricia, una conejita de Playboy, me abandonó un año después, me sumergí en el más profundo y oscuro, la madre de todos los infiernos.

Afortunadamente, para mí, sin embargo, mi amigo Cleve se había unido a la SGI-USA en 1971. Cleve había sido algo así como mi guru. Por un par de años, tuve una relación pseudo maestro discípulo con Cleve. Sin embargo, me alejé de él cuando se unió a lo que yo supuse era algún tipo de culto extraño. Aún así, fue a Cleve a quien llamé cuando la conejita Tricia me dejó. Me quedo corto cuando digo que manifesté una absoluta incredulidad cuando me dijo que entonara Nam-miojo-rengue-kio para que mi chica regresara. A pesar del hecho de que me perdería el Show de Sonny y Cher (n.t.: popular programa de televisión de la época), asistí a mi primera reunión budista esa noche, y en ese momento y lugar me uní a la SGI-USA.

Veintiséis años después, me siento increíblemente feliz por haberlo hecho. Todo cambió , mi vida pasó del infierno a la felicidad. Desde que estoy practicando este budismo he recibido beneficios extraordinarios, he superado obstáculos tremendos y constantemente he profundizado mi fe en el Budismo del Daishonin. A modo de ilustración diré que, en 1976 me casé con una joven quien desde entonces ha sido la base y el apoyo principal de mi vida. Me había unido a la SGI-USA porque quería que mi conejita Tricia regresara. Realmente creo que lo que regresó desde mi pasado eterno fue mi esposa, mi pareja espiritual. Irónicamente, su nombre también es Tricia. Durante los 22 y tantos años que hemos estado juntos, nos hemos tenido que respaldar el uno al otro muchas veces. Por ejemplo, por 12 años intentamos desesperadamente tener hijos. Sin embargo, los muchos doctores que visitamos en el curso de esos años, no pudieron diagnosticar la causa. Finalmente, buscamos orientación de una persona con experiencia en la fe, quien nos dijo que nos esforzáramos en tratar a los miembros de la SGI como si fueran nuestros hijos, hablando figuradamente, por supuesto. Como responsables de cabildo que éramos en ese momento, pusimos su orientación en práctica de inmediato. Poco después, el problema fue diagnosticado, y hoy en día tenemos dos preciosos hijos, Tom y Tracy, a quienes estamos criando con una tremenda alegría, amor y agradecimiento. Estos recuerdos y estos niños son ambos mis preciosos tesoros del corazón. Los miembros de la SGI también son preciosos tesoros del corazón para mí.
Recuerdo en 1992, por ejemplo, como Jon, un miembro de mi cabildo, salvó mi vida. En realidad, sólo estaba devolviéndome el favor, porque unos cuantos años antes yo había ayudado a salvar la suya. Jamás olvidaré cuando me llamó para decirme que sus médicos le acababan de dar 30 días de vida: debido a un estado avanzado de cáncer de pulmones. "Jack", me dijo: "los doctores me dijeron que arreglara todas mis cosas". Quedé petrificado. Casi le digo que le diría a alguien con más experiencia que le devolviese la llamada porque sentía que no tenía la sabiduría para ayudarlo. Entonces recordé que casi 20 años antes mi amigo Eddy había muerto a mis pies mientras yo permanecía impotente, y sabía que no iba a dejar que eso ocurriese de nuevo, porque esta vez no estaba desarmado. Una inmensa confianza brotó a la superficie de mi vida; las palabras salieron de mi boca casi como si tuvieran vida propia. Le dije a Jon: Tus médicos no saben nada acerca del poder del Gojonzon, Jon, el poder de Nam Miojo Rengue Kio. Tú no te vas a morir, ¡te lo prometo! ¡Tú vas a vivir porque tú tienes una misión que cumplir por el Kosen Rufu! ¿Por qué no entonas Daimoku durante 10 horas cada día para poder vivir con el propósito de cumplir con esa misión? Jon vivió y dejó confundidos a todos los doctores en el Hospital City of Hope quienes erróneamente habían anticipado su fin.

Hace un par de años, Jon se me acercó después de una reunión de diálogo y me preguntó si me acordaba de cuando le dije que entonara 10 horas de daimoku por día. Dijo: "Nunca te dije esto antes, pero no logré entonar las 10 horas por día porque me sentía terriblemente mal todo el tiempo, debido a las grandes dosis de
Quimioterapia y radiación que recibía. De manera que sólo pude entonar tres horas por día. Lo siento Jack." Los miembros son sin duda alguna tesoros del corazón tan maravillosos. Como dije anteriormente, sin embargo, Jon sólo estaba devolviéndome el favor.

Para enero de 1992, el negocio familiar (Mi esposa yo somos consultores financieros que trabajamos por nuestra cuenta) había estado "circundando el WC" por los dos últimos años debido a la fea depresión económica que sufrió California desde principios hasta mediados de los años 90. Ya habíamos perdido nuestra propiedad de tres acres, carros, caballos y ahorros. Ya habíamos experimentado obstáculos similares diez años atrás y los habíamos superado con nuestra práctica budista. Por alguna razón, sin embargo, fui tan tonto como para pensar que al sobrepasar esos obstáculos financieros una vez, ya nunca tendría que enfrentarlos de nuevo. Y me sorprendí mucho cuando volvieron a presentarse, en una escala mucho mayor aún, diez años después.

Aún así, comencé a entonar dos, después tres, cuatro, cinco horas de daimoku por día para superar estos obstáculos. Pero sin importar cuanto daimoku entonara, nada parecía cambiar. Después de dos años en esto, un domingo por la mañana en enero de 1992, después de hacer el gonguio, le dije a Tricia que iba a abandonar la práctica. Caramba, nunca había visto a mi esposa tan enojada; pero, dijera lo que dijera, estaba decidido a abandonar después de casi 20 años de práctica. Estaba frustrado y enojado por no poder salir del estancamiento kármico, con todo lo que estaba practicando. Mientras mi esposa me estaba regañando a gritos, el teléfono repicó. Era Jon. Su grupo estaba organizando una reunión en la que el tema era citas favoritas de los escritos de Nichiren Daishonin. Me preguntó si podía localizarle un pasaje en especial. Yo ya sabía exactamente cual era el pasaje que estaba buscando. Se lo leí por el teléfono: "Esta vez estoy seguro de que abandonará su fe. Si lo hace, no tengo la menor intención de reprochárselo. De igual manera, tampoco debe usted culparme a mí, Nichiren, cuando haya caído en el infierno. De ninguna manera es mi responsabilidad". (Los principales escritos de Nichiren Daishonin, vol. 2, (2da. ed.), p.243).

Cuán maravillosamente increíble el hecho de que Jon me llamase en ese momento crucial y me pidiera leerle esta orientación tan apropiada. Mientras le leía el pasaje, sentí como si el Daishonin me hablase a mí directamente. De manera que me encontré a mí mismo de nuevo en la condición de vida de infierno, de la cual había emergido hacía ya 20 años cuando comencé a practicar. Supe en ese instante que no iba a abandonar; comprendí que no iba a rendirme ante mí mismo, ni ante Jon y todos los demás miembros que contaban conmigo. Recuerdo haber pensado: "Juro, Daishonin, que nunca abandonaré; nunca me rendiré; nunca olvidaré mi promesa. Yo venceré, no importa qué suceda; sólo obsérvame". En ese preciso momento superé el estancamiento.

Consecuentemente, en los siguientes tres meses nuestro negocio arrojó ganancias por más de $100.000. Desde entonces, mientras que tres cuartas partes de nuestros competidores se han tenido que salir del negocio, nuestra pequeña compañía de dos personas se ha convertido en una de las primeras firmas ejecutivas de consultoría de la industria financiera de California del Sur. Por contraste, no me atrevo a pensar qué hubiera sido de mí si mi querido amigo no hubiese llamado ese domingo por la mañana en 1992. He querido escribir mi experiencia en la fe desde hace muchos años. Sin embargo, no lo había hecho debido a que tengo muchas dificultades con el lenguaje, ya que tengo afasia, que según el diccionario es "una pérdida total o parcial de la capacidad para usar o entender las palabras, quedando intactos los órganos vocales, sin alteración de la inteligencia. Resulta comúnmente de daño en el cerebro". Aún cuando sí sufrí una fractura severa de cráneo siendo pequeño, actualmente se me ha diagnosticado afasia congénita, lo cual tiene sentido ya que mi hijo de 10 años de edad también la ha heredado. Sin embargo, el caso de Tom es mucho más severo que el mío. Mientras que mi afasia provoca una pérdida moderada de la habilidad verbal, la suya causa una pérdida importante no sólo de la habilidad de usar las palabras sino también de entenderlas. Tom no habló hasta que tuvo 7 años de edad, y no construyó una oración completa hasta que tuvo casi 9. Debido a estos síntomas, un psicólogo de la escuela primaria nos dijo una vez que nuestro hijo era retardado mental.

Hace dos años, sin embargo, después de entonar una tremenda cantidad de daimoku por el bien de Tom, finalmente fue diagnosticada su verdadera condición afásica. Encontramos un terapista de lenguaje muy especial, cuya habilidad y determinación han permitido a Tom avanzar en sus habilidades de lenguaje exponencialmente en los dos últimos años. Gracias a Tom, pude ver con más claridad mi propia incapacidad afásica. Me sentí tan feliz de descubrir que el mal que me había plagado toda mi vida era claramente fisiológico. Las palabras simplemente no salían, especialmente cuando trataba de expresarlas en forma escrita. Siempre pensé que sólo se debía a estupidez mía. A pesar de esta condición, sin embargo, estoy terminando un Ph. D. en Inglés en la Universidad de Graduados de Claremont. Comencé mi master en enero de 1992, y he estado trabajando muy duro desde entonces. ¿Cuán duro? Bueno, por ejemplo, cuando tenía que escribir alguna tesis, me llevaría cuatro veces más tiempo escribirla que a mis compañeros. Desde 1992, he tenido que escribir 68 tesis.

Además de mis estudios y mi trabajo de tiempo completo como consultor, también soy profesor adjunto de Inglés en el Instituto Saddleback. He estado dando clases a tiempo parcial en pregrado desde 1993. Mi materia es Introducción a la Composición - ¡Qué ironía! Al fin he terminado el período regular del curso de Ph.D., y mis exámenes finales serán en agosto. En ese momento tendré que escribir una disertación de 200 páginas. Debido a que escribir me resulta tan difícil, esta disertación me ha preocupado desde que comencé mis estudios de postgrado. Aún así tengo que hacer un buen trabajo - no, un gran trabajo - en esta tesis final. Estoy escribiendo acerca del presidente de la SGI Daisaku Ikeda, comparando sus escritos con los escritos trascendentalistas de Emerson, Thoreau, y Whitman. El jurado de mi disertación será: el director del departamento de Inglés de la Universidad de Graduados de Claremont; el director del departamento de Inglés de la Universidad del Estado de California, en Los Angeles; el Dr. Alfred Balitzer, profesor de ciencias políticas en Claremont y el presidente honorario de la Universidad Soka de América. Es por esto que pienso que ha llegado el momento de escribir esta experiencia.