27.1.05

Venciendo mi tendencia a escapar


Profesor José Alberto Romero León
Tomado de Seikyo Criollo Octubre 1999


El año escolar 98-99 finalizó el 7 de julio de 1999 con el acto de graduación de bachilleres. Yo, me desempeño como profesor en una institución educativa en los Valles de Tuy, específicamente en Charallave. Desde hace algún tiempo había venido entonando Daimoku para que el año escolar en mi liceo tuviese un final feliz. Cuando llegué a ese liceo, en noviembre de 1995, la institución venía saliendo de una crisis de la cual las relaciones personales habían salido derrotadas. Yo llegaba, como profesor a tiempo completo proveniente de un liceo en donde sentí que había escapado.

Mi arribo al liceo donde actualmente laboro, significó en ese momento la sobrevivencia a un holocausto psicológico que por poco me destruye. Yo pensaba, inocentemente, que trasladarme de centro de trabajo era la solución al problema. Me mudaba de liceo, pero me traía, sin saberlo, eso que yo llamo la maletita karmática. Yo no conocía Budismo en ese momento, pero es importante resaltar en este punto que fue aquí donde entré en contacto con esta filosofía a través de una representante budista, miembro de la SGIV, a quien conocí y puse en contacto, casi inmediatamente con mi esposa y mi suegra, la primera se estaba acercando al Budismo, la segunda ya tenía alrededor de 12 años de práctica.

Mientras tanto, mi trabajo en el liceo continuaba su curso. Paredes agrietadas o con pintura deteriorada, maleza, basura y filtraciones eran los signos más evidentes del grado de deterioro de ese lugar. El chisme, la envidia y otros sentimientos bajos comenzaban a envolverme y me asaltaba un malestar ya conocido por mí: las ganas de partir, o mejor dicho, de huir, de escapar de allí. Sentía que merecía estar en un mejor lugar. Al año siguiente, en noviembre de 1996 comencé a practicar Budismo y empecé a cantar, entre otras cosas, por irme de allí. Hacía Daimoku, oraba fervientemente por trabajar en otro lugar, pero aparentemente no pasaba nada. Continuaba allí, estancado, creía yo que consumiéndome.

Empecé a cuestionarme acerca de los efectos del Daimoku, no entendía qué pasaba y mientras más cantaba por irme más me iba quedando. Entonces, enfoqué mi oración para el mejoramiento de mi lugar de trabajo, comencé a ver hacia mi entorno y me determiné a cantar fuertemente porque mi lugar de trabajo fuese un sitio armonioso, una tierra de paz. Y los cambios se hicieron tangibles. El liceo empezó a mejorar su aspecto lenta pero progresivamente. La grama y las flores comenzaron a crecer donde hasta hacía poco sólo habían piedras. Una pared fue construida donde antes había una cerca semiderrumbada, las oficinas fueron acondicionadas y las áreas verdes se hicieron más visibles. Pero faltaba algo.

Las relaciones interpersonales en todo el liceo y la salud de los que dirigían el mismo seguía en franco deterioro. Yo continuaba entonando Daimoku y los problemas iban profundizándose. Las últimas tres personas que habían tenido la responsabilidad de la dirección del liceo se habían enfermado, dos de ellas gravemente, en el ejercicio de sus funciones. La situación hizo crisis y en marzo de este año 1999, mi centro de trabajo era un barco a la deriva. No había quien lo gerenciara. La situación se hacía casi insostenible. Entonando Daimoku profundamente entendí en ese momento, por otra vía (había graves problemas de irrespeto en mi entorno familiar) que tenía que hacer Daimoku profundo por ese aspecto o área de mi vida. Tenía que y quería ser una persona más respetada, un hombre más respetable. Entoné fuertemente por extraer esas potencialidades desde lo más profundo de mí.

Y sucedió lo místicamente explicable: colegas, secretarias, obreros y estudiantes comenzaron a ver en mí a esa persona capaz de tomar las riendas del liceo y evitar que éste fuese una nueva versión del Titanic. La sola idea de encargarme de la dirección me aterraba. Me designaron en comisión para plantear la problemática de la falta de dirección en la gerencia del liceo. Fui a la Zona Educativa del Estado Miranda y la respuesta que obtuve fue: Encárguese usted. Fui a la Asamblea Legislativa del Estado Miranda donde me fue concedido un derecho de palabra ante la Comisión de Educación a fin de buscarle solución inmediata a un problema karmático que ese liceo tiene desde que fue fundado en 1987 y la respuesta de la comisión fue una interrogante: ¿Y por qué no se encarga usted? Mi respuesta siempre era la misma: Es que yo no tengo tiempo.

Mientras tanto, yo continuaba entonando Daimoku por más respeto en mi vida y lo que obtenía en retribución era más responsabilidad. Yo no entendía aquello. Me parecía fuera de toda lógica. ¡Claro! No podía entenderlo lógicamente, tenía que comprenderlo místicamente, con mi vida. Comprendí entonces, que si casi todos creían que yo era la persona indicada, era porque ellos me percibían como la persona respetable por la que yo había venido entonando Daimoku. Al fin y al cabo, ¿no era por más respeto por lo que estaba cantando? Comprendí, que eso era una evidente respuesta a mis oraciones y que yo había hecho las causas para desempeñar tan relevante y exigente posición. Digo esto porque siempre tengo presente frente a cualquier circunstancia de mi vida aquel fragmento del Sutra Shinjikan que Nichiren Daishonin cita en su tratado "La Apertura de los Ojos" que dice: Si quieren comprender las causas que existieron en el pasado, miren los resultados que se manifiestan en el presente. Y si quieren conocer los resultados que se manifestarán en el futuro, miren las causas que existen en el presente.

Finalmente, tomé la decisión, y un día de Junio de este año 1999 pasé a ser el Director encargado del liceo "Creación Charallave". No podía continuar evadiendo, por miedos muy profundos, esa responsabilidad. He comenzado, gracias a esta extraordinaria práctica, a vencer mis temores, mi ira hacia mi mismo, porque el miedo no es sino una mezcla donde confluyen tres de los cuatro bajos mundos, ira hacia uno mismo (por no sentirse seguro que no es otra cosa que no sentirse digno), animalidad por aquello del instinto de conservación que invade a todo animal asustadizo, e infierno por el sufrimiento en el cual el miedo nos sumerge.

Comencé a gerenciar el liceo y los cambios positivos se hacían más notorios tanto en lo físico como en lo espiritual. Fui sumando aliados y todos me transmitían verbal o actitudinalmente una sensación de agradecimiento que yo no podía retribuir sino con más compromiso. Trabajé mucho más horas de las que me correspondía trabajar. Desde el primer día de mi gestión vi, no sin asombro, como los problemas y sus respectivas solucione se presentaban como una cadena de circunstancias con final feliz. A mi llegada al cargo, varios colegas cayeron enfermos, una colega fue operada, dos sufrieron un accidente automovilístico, otra colega sufrió traumatismos en la cara producto de una pedrada y la madre de una de las secretarias de mi antigua seccional sufrió un Accidente Cerebro Vascular.

Todo esto generaba ausentismo, es decir, obstáculos para mi gestión. Pero yo, siguiendo aquella orientación de Nichiren Daishonin plasmada en el Gosho la "Felicidad en este Mundo" sufría lo que tenía que sufrir cuando se presentaban los obstáculos y gozaba lo que tenía que gozar cuando "llegaban" las soluciones. Yo continuaba entonando Nam Miojo Rengue Kio con la misma convicción con la que llegué al cargo de director: hacer del liceo una tierra pacífica, un lugar para la paz. Donde quiera que esté, ese lugar debe ser un espacio armonioso y tengo en Nam Miojo Rengue Kio el instrumentopara lograrlo. Creo firmemente que, como dijo Nichiren en el Gosho "Sobre el logro de la Budeidad" que si el corazón de las personas es puro, su tierra también lo será. Como budista, debo preocuparme por atesorar a mis compañeros, sean budistas o no, y yo en concordancia con esa idea he mantenido contacto con todos ellos y ya por cierto le he hablado de Budismo a alguno de ellos.

En mi primera semana como director se cristalizó la visita, con mis ahijados de promoción de 2° de Humanidades, no sólo a la Exposición sobre Armas Nucleares sino también al Kaikan. Fue una experiencia muy reconfortante si tomamos en cuenta el extravío en el cual se haya sumida nuestra juventud. Por cierto algunos manifestaron su interés por el Budismo. Uno de ellos ya ha entonado y me ha comunicado que ha tenido prueba inmediata. La práctica del Budismo me ha fortalecido ese sentido al que todo docente debe despertar. Tal y como lo dije al comienzo de la narración de mi experiencia, yo había venido cantando para que el año escolar tuviese un final feliz. El 29 de Julio de 1999 se celebró el acto de graduación de bachilleres. Ese día obtuve grandes beneficios. Me fueron otorgadas dos placas de reconocimiento, una por parte de mis ahijados de promoción de 2° de Humanidades y la otra (era una sorpresa) me fue otorgada por los graduandos de las cinco secciones, quienes previa votación, me habían seleccionado como el profesor que se hacía acreedor de tan alta distinción.

Por primera vez en mi vida fui ovacionado de pie por una audiencia y hoy no dejo de agradecer a la Ley Mística que el año escolar haya terminado así. Hoy, siento que los efectos de mi práctica han comenzado a manifestarse en mi entorno laboral. Mi liceo luce hoy como una edificación a ser inaugurada porque fue incluida en el Plan Bolívar 2000 y ha sido casi totalmente refaccionada. Actualmente continúo orando profundamente para que esos efectos se manifiesten más fuertemente en mi ambiente familiar, pero este es tema para otra experiencia. Espero narrarla pronto. Muchísimas gracias.