22.1.05

Experiencia: En el combate, no permanecer solo

Por Gwenael Colin. (originalmente publicado por Troisième Civilitation. Feb. 1997)
Tomado del Seikyo Criollo. Junio 1997

Gwenael Colin Después de muchos meses, he resuelto hablar de mis andanzas para relatar mi compromiso con el Budismo de Nichiren Daishonin. Ha sido el miedo lo que me ha detenido en esta iniciativa, porque el asunto aquí es, por una parte, el Sida y por la otra, mi homosexualidad. Lo que es claro, es que todas las diferencias pueden ser fuente de rechazo por parte de los demás, en mi caso, enfrentando esta situación, lo que obtuve fue amargura y miedo. “Haz de tu vida una aventura”, con frecuencia me viene a la memoria esa frase que había ronunciado Sor Emmanuelle.1

Esa toma de conciencia de que sólo yo podía escribir la historia de mi vida se produjo a través del Sida. El punto de partida fue el día en el que supe que era seropositivo. Me hizo decir “no” a ese destino e intentar actuar y preguntarme ¿el ser humano puede cambiar su destino?

Una fábula de J. La Fontaine
¿Cuál es en la vida la parte de determinación y de libre albedrío? Esos dos aspectos me remitieron con frecuencia a la fábula de La Fontaine. Cuenta la historia de dos ranas que habían caído en una vasija de leche. La primera intentó infructuosamente saltar el recipiente y se desalentó, perdió la esperanza, se dejó hundir y finalmente se ahogó. La segunda, por el contrario, se movió tanto que la leche terminó convirtiéndose en mantequilla y se salvó. Hoy, considero que el Budismo me permite darme la oportunidad para intentar ser la segunda rana, me ha permitido establecer la dignidad de mi vida y no encerrarme dentro de una jaula de desesperanza.

En tan sólo un instante, aquellas palabras...
27 de diciembre de 1990: Centro de despistaje anónimo y gratuito del hospital La Grave- Toulouse. Para confirmar, tras las puertas de la habitación en la que había entrado, escuché a la doctora decirme con voz clara: “El resultado es positivo”. Un huracán me atravesó el cráneo. En tan sólo un instante, aquellas palabras y todo en mi cabeza se derrumbó. Me quedé aterrado. Tengo 24 años. Comienzo mi vida activa. Soy seropositivo del virus HIV. Ahora sabía que los rodeos se habían terminado, que la barra es alta y me enfrento a un combate de larga duración. En verdad soy muy obstinado, pero este combate parece superior a mis fuerzas.

Vuelvo a recordar el Budismo
Llegué a Toulouse en Marzo de 1990 por razones profesionales, mi compañera de trabajo me había hablado del Budismo. Durante un tiempo había juzgado la filosofía muy interesante, muy buena para los demás, pero inútil para mí. Sin embargo, vista la situación presente, las nociones de combate y de “Victoria o derrota” volvieron a mi cabeza. Fue igualmente mi compañera, quien me incitó a hacerme el examen de HIV, hoy día me doy cuenta que a ella le debo mucho. Ese 27 diciembre de 1990, de regreso a mi lugar de trabajo, a las 2:00 de la tarde, mi compañera Jocelyne, que sabía de mi visita al hospital me preguntó las nuevas sobre la serología, vió el resultado positivo y su respuesta no se hizo esperar: “Practica Budismo Gwen o al menos inténtalo”. Le respondí: “Ok, en el punto donde yo estoy no me cuesta nada intentar”. Creo que tuve la oportunidad de poder hablar enseguida acerca de mi seropositividad a alguien cercano. (Conociéndome, esperar algunos días no hubiera favorecido a que se abriera mi caparazón de ostra, cerrado para no poder abrirse nuevamente) Los días que siguieron anduve como un zombie, errante por la vida.

El suicidio, compañero fiel
Aunque mis reflexiones con relación al Budismo me brindaban un poco de esperanza, el suicidio, compañero fiel de mis días de infierno, hizo su aparición con más fuerza. Pasadas las festividades de fin de año descubrí el Budismo, asistí a las prácticas y reuniones de discusión. Recuerdo bien a los practicantes, cómo se comportaban, sus relaciones entre ellos. La perspectiva de la muerte y la decadencia me habían debilitado psicológicamente. No me quiero comprometer con una organización y una filosofía que podría aprovecharse de esa fragilidad.


Decidí brindarme la oportunidad de combatir
Marzo de 1991: Decidí partir a Japón por 2 semanas para intentar darme cuenta por mi mismo qué era la Soka Gakkai. Trabajando en una línea aérea, el precio del billete es muy reducido. Un amigo japonés, Toshiaki, me recibiría en el seno de su familia. De regreso a Francia, decidí valientemente brindarme la oportunidad de combatir. Me sumergí más seriamente en la práctica, en la lectura y en asistir a las reuniones. El Budismo me atrapó más y más y se convirtió en un bastión muy sólido donde apoyarme para poder sacar la fuerza de levantarme y continuar el camino. Mis fórmulas sanguíneas se mantenían firmes: mis CD4 aumentaban pasando de 700 en enero del 91’ a 900 en junio de 91’2 . Pero sé que la tormenta que se avecina en el horizonte viene derecho sobre mí. Tengo que fortalecerme al máximo. Junio del 91’: Me mudé y decidí alquilar un apartamento compartido con un practicante. Eso me brindó paralelamente la posibilidad de practicar delante de un Gojonzon mañana y tarde.

Mi compañera viene al rescate
27 de enero de 1993: Mis resultados de los CD4 han caído:407 y sin aviso. Llamaron a mi trabajo, la doctora al teléfono me habla del tratamiento y de AZT. Estoy aterrado. Una vez más mi compañera viene al rescate. En los días que siguen ella me prestará las llaves de su apartamento con el fin de que pueda ir a hacer Daimoku entre las 12 del mediodía y las 2 de la tarde. Siento que cedo terreno al pánico y la desesperación.


Reaccionar, exponer la situación.
Por cierto, luego que me anunciaron que era seropositivo, sé que el rostro de la muerte está frente a mí, cuando antes lo veía a lo lejos, en el horizonte, en el anonimato. Pero de un solo golpe se acercó a mí en silencio y me sentí desprotegido. Me hizo reaccionar. Recuerdo al encargado de un seminario quien en el curso de éste, nos había dicho: “En el combate no permanezcan solos”. En los días que siguieron, me fui a visitar a los practicantes más allegados y les expuse la situación. Para entonces, percibí que necesitaba hablar con mis padres pero eso era superior a mis fuerzas. Por supuesto, cuando a los 19 años mi bachillerato técnico fracasó, me abrí las venas. Había necesitado decirle a mis padres de mi mala alimentación, de mi atracción por las mujeres pero también por los hombres y todo eso que me pasaba, pero que no comprendía. Sin embargo, al hablar con ellos, he visto por igual su dolor y su confusión.


Dormir, comer, practicar y trabajar
Lunes 8 de febrero de 1993: He sido convocado por mi director. Trabajo en el área de fletes de una compañía aérea. Me comunicó que él está descontento con la calidad de mi trabajo. Los resultados comerciales de la estación no son buenos. Me habla de un despido. El sentimiento de urgencia es total. Durante ese período mi vida se organiza en torno a cuatro polos: dormir, comer, practicar y trabajar.


Ganar una amplia ventaja sobre el virus HIV
Decidí poner todas mis fuerzas en la batalla: práctica, reuniones de discusión, estudios, seminarios, actividades en Trest son mis citas. Mes tras mes, combate tras combate, todo esto va a contribuir a que yo restablezca una amplia ventaja sobre el virus HIV. Mi situación laboral evolucionó favorablemente


La Familia
Domingo 14 de febrero de 1993: Acordé con mi hermano menor Yann de reunirme en su casa. Él es alumno de enfermería en el hospital. Creo que comprenderá. Esa tarde, le hablé de mi vida, de la homosexualidad, del Sida, de mis resultados anteriores. Martes, abril de 1993: Voy a pasar algunos días de vacaciones en compañía de mis padres. He decidido hablarles de mi seropositividad. Mi hermano Yann estará presente. Practico mucho, tengo que basar mis acciones en el Gojonzon.


Diálogo con mis padres
Miércoles 14 de abril de 1993: durante la cena, aguanté la respiración y recité las frases que había más o menos preparado en mi cabeza. Hice el máximo esfuerzo para mostrarme seguro de mí. Vi a mi madre sentarse en su silla y llorar. Mi padre no dijo palabra. Él tiene esa manera de callarse que tienen los bretones cuando se afligen por tanta emoción. Después les hablé del Budismo. Ellos comprendieron mejor en lo sucesivo el por qué de mi compromiso. Hablamos hasta tarde en la noche. Al día siguiente fui con mi padre a comprar madera. La víspera de la cena le había hecho partícipe de mi deseo de construir un pequeño altar budista en mi antiguo cuarto. Aprovechamos los tres días siguientes para hacerlo. El domingo 18 de abril de 1993, regresé a Toulouse. Antes de partir, mis padres me dijeron que siempre estarían conmigo, que no me dejarían caer jamás, que sería hasta que la muerte nos separe. Me agradecieron que les hablara de mi seropositividad. Ellos preferían saber. Mis dudas se atenuaron. Para entonces, había conocido una familia practicante que vivía a 50 metros de la casa de mis padres. Desde entonces, cada vez que visito a mis padres, más o menos una vez al mes, ellos siempre me abren su puerta para una práctica o un café. Yo les estoy infinitamente agradecido.


Yo recibí el Gojonzon
El 31 de marzo de 1993, me mudé a un apartamento. A finales de junio mi padre vino a pasar algunos días en Toulouse con el objeto de rehacer la tapicería. El 26 de junio recibí Gojonzon en Trest. Es para mi un período de compromiso más profundo. En su estancia en Toulouse mi padre me acompaña en el carro, percibo su contacto. El discurso del señor Yamasaki y la ceremonia lo conmueven. Finalmente, él guardará un recuerdo imperecedero. Nos hablamos a menudo.


Alguien con quien hablar verdaderamente en los momentos de tempestad
Durante el verano de 1993 conocí a Francoise, ella había dejado de practicar por siete años y empezaba poco a poco. Más que ser una amiga, ella se convirtió igualmente en mi responsable en las reuniones de discusión. Ese encuentro me hizo pensar en lo que describe Antoine de Saint-Exupéry en el Principito: “Así he vivido, sólo, sin nadie con quien hablar verdaderamente, hasta que una avería en el desierto del Sahara, hace seis años...” Parafraseando al presidente Ikeda, yo diría que en esos momentos de tempestad, Francoise ha permanecido siempre a mi lado, bajo la lluvia, incluso hasta mojarse los huesos a fin de que encontráramos un medio de escapar juntos de la tormenta.


Estar cerca de la muerte para comenzar a vivir
Domingo 2 de enero de 1994: me he citado con el Dr. Yamasaki para una orientación. Siendo médico, su apreciación budista del Sida contribuye a reforzar mi decisión de avanzar lo más lejos posible. Miércoles 7 de junio de 1995: Nuevo resultado sanguíneo CD4 a 209. El AZT no hace más efecto, debemos cambiar la molécula. Siempre tengo miedo de morir pero la muerte me da mucho menos miedo. Leí un día que debíamos estar cerca de la muerte para comenzar a vivir. Estoy de acuerdo. Domingo 25 de junio de 1995: Me cité con el Sr. Hasegawa. Francoise me acompaña. Hablamos principalmente de la homosexualidad. Decidí entonces profundizar en ese aspecto de mi vida con una psicoterapia. Siendo miembro de AIDES, contacto a una
psicóloga que trabaja allí. La veré durante más o menos seis meses, después me volveré hacia el psicoanálisis, trabajo que perseguí siempre.


Hacer de una prueba dolorosa un cambio
Durante mi infancia y mi adolescencia me había acostumbrado a callarme. Ahora no hago sino hablar, hablar, hablar. Hacer que una prueba dolorosa, una crisis, no sea más un drama sino un cambio constituye, sin duda alguna, una parte de la Revolución Humana de una persona. Amo ese término, especialmente la palabra revolución. Escuché un día a André Malraux, citar al escritor Salmon hablando de la Revolución Bolchevique de 1917: “Los hombres habrán vivido según sus corazones”. Hacer Revolución Humana es para mi inseparable de esa palabra.


De un ser impotente a un ser activo
Hace algún tiempo, Francoise me prestó un texto publicado en un diario para la mujer, en el cual el autor hablaba de la importancia de educar el corazón. Enunciaba cinco ángulos de ataque.
• Llegar a ser uno mismo sin huir de la realidad presente (Confrontación)
• Llegar a apreciar aquello que no nos agrada (Aceptación)
• Llegar a comprender aquello que no se entiende (Desarrollo)
• Llegar a hacer aquello que no se es capaz de hacer (Progresión)
• Pasar de ser impotente a ser activo.

Intente aplicar esas recomendaciones en los diferentes aspectos de mi vida, siempre con un telón de fondo, un traje de Daimoku permanente.

Apreciar a los seres queridos
Hoy, continúo el combate. Después del AZT, el DDI, el DDC mis balances sanguíneos son nuevamente satisfactorios. Los tratamientos han sido detenidos por algunos meses. Profesionalmente, no hay muchos avances. Jocelyn y yo debemos mejorar sin cesar los resultados comerciales de la oficina. Afectivamente estoy siempre solo. Con relación a mis padres, poco a poco, el rencor que me cegaba fue reemplazado por mucha misericordia. Puedo, entre tanto, abrir mi corazón y así apreciar más a los seres queridos de mi familia.


NOTAS:
1 Se refiere a una religiosa católica que consagró su vida a los habitantes de los barrios de Egipto.
2 Se considera en general que el umbral entre 200 y 500 linfocitos CD4 prefigura la declaración de Sida.